NOVO ENDEREÇO WEB: // NUEVA DIRECCIÓN WEB:

Nosso site mudou de endereço. Clique AQUI para visitar-nos! // Nuestro sitio cambió de dirección web. ¡Haga clic ACÁ para visitarnos!

sábado, 30 de julio de 2011

Urgência de você

Não sei se para você era importante me ver, mas para mim era importante ver você. E foi atendendo a esse desejo inconsciente e inconseqüente que bati insistentemente à sua porta, te procurei incansavelmente em seu trabalho, te liguei até decorar a mensagem na sua secretária eletrônica. Independente do correto ou do esperado, havia uma urgência em minha alma me pedindo para te ver, mesmo de longe; me pedindo para tocá-lo, mesmo que fosse no rosto; me pedindo para olhar para você, mesmo que fosse como um amigo; havia uma urgência em mim que necessitava do seu olhar, ainda que fosse de indiferença.
E foi por essa urgência que me deixei levar. E se depois eu me auto-condenaria dizendo a mim mesma que sou uma idiota, que eu deveria gostar mais de mim mesma e menos de você, não importava; e se depois eu me arrependeria encontrando um milhão de razões pelas quais eu não deveria ter saído do meu caminho para procurar por você, era indiferente; e se depois eu ficaria contando pra mim mesma a história de como foi o nosso encontro um milhão de vezes só para provar a mim mesma que aquele olhar, aquele sorriso, aquele toque no ombro quiseram significar algo mais, não era importante; e se depois, tudo isso acontecesse, eu lidaria com isso depois. Agora eu só precisava encontrar uma maneira, qualquer maneira, de fazer o meu caminho cruzar com o seu, só hoje, só agora, só por um segundo, apenas para ter algo com que continuar sonhando quando a sua ausência voltasse a se impor sobre a minha existência.
E foi assim que eu me desviei do meu destino para procurar por você. Não  cumprimentei meus amigos, não respeitei compromissos, me esquivei de veículos em alta velocidade. Fugi dos shoppings, não paguei contas, esqueci os dias e horas. Procurei por você no seu trabalho, na casa de seus amigos, no sítio dos seus pais, no bar da esquina, na praça do mate. Assim, eu revirei a cidade atras de você, e sem te encontrar, me perdi e esqueci para onde eu estava indo. Me cansei e fui para casa triste, decepcionada, sem te ver, sem te tocar, sem te olhar, sem matar a saudade que tinha de você. Aceitei ficar sem nada, quando nada já era o que eu tinha e, portanto, não tinha mais a perder do que a esperança de que algum dia o saldo fosse superior a zero. Eu estava abandonando a minha alma lutadora, que não me abandonava nunca, e disse a ela que era hora de descansar, pelo menos no que se referia às expectativas de você. E foi assim que quando eu cheguei em casa resignada e conformada com a realidade que me era apresentada, descobri você na soleira da minha porta me esperando só para me dar um beijo e dizer adeus, no final....

La urgencia de vos

No se si para vos era importante verme a mi pero para mi era importante verte a vos. Y fue atendiendo a ese deseo inconsciente e inconsecuente que golpee insistentemente tu puerta, te busque incansablemente en tu trabajo, te llame hasta memorizar tu mensaje en el contestador electrónico. Porque más allá de lo correcto o de lo esperable, había una urgencia en mi alma que me pedía verte, aunque fuera de lejos; que me pedía tocarte, aunque fuera la mejilla; que me pedía mirarte, aunque fuera como amigo; que necesitaba tu mirada, aunque fuera de indiferencia.
Y fue por esa urgencia que me deje conducir. Y si después me auto condenaría diciéndome que soy una tonta, que me debería quererme más a mi y menos a vos, no importaba; y si después me arrepentiría encontrándome mil razones por las cuales no debería haber salido de mi camino en busca de vos, me daba lo mismo; y si después me recontaría la historia de como fue nuestro encuentro un millón de veces para probar a mi misma que aquella mirada, aquella sonrisa, aquel toque en el hombro quisieron decir algo en especial, no era importante; y si después, todo eso pasaría, yo no quería saber nada. Solo necesitaba encontrar una forma, cualquier forma, de hacer que mi camino se cruzara al tuyo, solo hoy, solo ahora, solo por un segundo, solo para tener algo con que seguir soñando cuando tu ausencia se volviera a imponer sobre mi existencia.
Y así fue que me desvié de mi destino para buscarte a vos. No salude a los amigos, no atendí a compromisos, me esquivé de vehículos en alta velocidad. Me corrí de shoppings, no pagué cuentas, me olvidé de los días y de las horas. Te busque en tu trabajo, en la casa de tus amigos, en la quinta de tus viejos, en el bar de la esquina, en la plaza del mate. Así fue que revolví la ciudad en busca tuyo, y sin encontrarte, me perdí y me olvidé de hacia donde iba yo. Me cansé y regresé a casa triste, desilusionada, sin verte, sin tocarte, sin mirarte, sin exterminar esa saudade que tenia de vos. Acepté que me quedaría sin nada, cuando nada ya era lo que yo tenía, y por lo tanto no había más a perder que la esperanza de que el balance algún día fuese superior a cero. Abandonaba al alma luchadora que no me abandonaba nunca, y le decía que era hora de que descansara, por lo menos en lo que respetara a las esperanzas de vos. Y así fue que cuando llegue a casa resignada y conformada con lo que la realidad me presentaba, te descubrí a vos en la solera de mi puerta esperándome solo para darme un beso y despedirme al fin....

¿Estamos seguros realmente?

Me acabo de mudar a la casa de mis sueños: jardín, muchas habitaciones, sótano, garage en una calle tranquila y pacífica con otras casas como la mía... todo lo que jamás me podría imaginar, y más. Sin embargo, a veces me asalta un temor... Y entonces me veo en busca de esa seguridad y de la certeza de que estamos a salvo acá, yo y mi familia, porque cuando se trata de seguridad, no podemos correr riesgos: un error puede ser fatal.
En la búsqueda por seguridad cerramos puertas, activamos alarmas, compramos cortinas para aumentar la privacidad... y entonces me pregunto dónde está la amenaza real, si allá afuera, en lo que nos rodea, o dentro de nuestras cabezas, en nuestras experiencias anteriores, en nuestras anticipaciones, ¿en lo que nos imaginamos que puede ocurrir?
Sí, tengo razón para tener miedo, he sufrido un robo a mano armada hace menos de un año. Mi familia y yo tenemos miedo. ¿Pero hay una manera real y concreta para resolver esta sensación de inseguridad?
El miedo está muy relacionado al sentimiento de auto-preservación. Es instintivo y tiene como objetivo preservar la vida. A partir de este concepto biológico de miedo, yo digo que lo que más temo no es la muerte en si misma, sino el sobrevivir a la muerte de mis seres queridos, o el sufrimiento que la puede acompañar. Porque la muerte misma nada más es que el final, la nada, el vacío, la ausencia. Así que no veo ninguna razón para temerla.
Básicamente, el miedo se deriva de una percepción de falta de defensa en relación a algo que nos escapa al control. Y luego, fuera de mi historia personal, pienso en todo lo que nosotros, los seres humanos, tememos: el amar y no ser correspondido; el ser correspondido en el amor y aún así salir lastimado; el confiar en un amigo y tener traicionada a nuestra confianza; el invertir en un negocio y tener perdida; el dedicarse toda la vida a un trabajo y nunca ser reconocido. Hay muchas razones para sentirnos impotentes y muchas cosas para tener miedo.
En cierta medida, el miedo nos protege, nos pone más alertas, nos hace conscientes de nuestro entorno, hace que tengamos determinados cuidados... Pero... ¿y después de cierto punto? ¿De qué nos sirve tener miedo?
Después de cierto punto, el miedo paraliza. No podemos hacer nada para controlar las cosas que tememos, entonces preferimos no hacerlas, nos paralizamos. Yo podría haber optado por no vivir en la casa de mis sueños, por no vivir en la calle de mis sueños, podría haber optado por renunciar a una vida en un barrio tranquilo para ir a vivir en el viejo y conocido departamento, donde me siento más segura (en mi manera de razonar, siempre es más seguro vivir en un edificio de deptos en donde el ladrón tiene más opciones para robar y, por lo tanto, yo tengo más chances de no ser “la elegida”). Tenía esas opciones o... arriesgarme.
En este caso, el riesgo para mí significa vivir. Podría dejar mis miedos determinar mis decisiones (y juro que muchas veces en muchas situaciones, esto fue exactamente lo que hice). Pero decidí que permitirlo sería, en este caso particular, no vivir. Y entre el riesgo de muerte y el no vivir, prefiero correr el riesgo de muerte.
¿Radical? Tal vez... Muchas veces tome decisiones amorosas que no respondían a los deseos de mi corazón por razones de seguridad: sabía que de ahí yo no saldría lastimada porque no estaba emocionalmente involucrada. Hoy creo que eso se llama pobreza de espíritu. ¿Dónde ya se vio alguna vez dejar de vivir un amor por miedo a perderlo algún día? Pero sí, yo siempre he sido así: entre la felicidad y la seguridad, me iba con la seguridad que era mejor.
Mi momento de elecciones amorosas ya pasó... pero digamos que yo vivo una historia de amor con esta casa. Podría haber elegido la seguridad de un departamento, pero yo necesitaba vivir este amor tan largamente deseado. ¿Qué puedo hacer? Nada. Desear haber elegido bien, como siempre deseamos a cada decisión que tomamos en nuestras vidas.

Estamos realmente seguros?

Acabo de me mudar pra casa dos meus sonhos: jardim, muitos quartos, porão, garagem, em uma rua calma e tranquila, com outras casas como a minha... tudo que eu jamais podia imaginar, e muito mais. No entanto, as vezes me assalta um medo... E aí me vejo em busca daquela segurança e daquela certeza de que estamos seguros aqui, eu e minha família, porque quando se trata de segurança, não podemos tomar riscos: um erro pode ser fatal. 
Na busca pela segurança trancamos portas, ativamos alarmes, compramos cortinas que aumentem a privacidade... e aí me pergunto onde é que está realmente a ameaça: lá fora, naquilo que me rodeia, ou aqui dentro da minha cabeça, na minha experiência prévia, nas minhas antecipações, naquilo que eu imagino que pode acontecer?
Sim, tenho motivos para ter medo: sofremos um assalto a mão armada a menos de 1 ano. Eu e minha familia temos medo. Mas há uma forma real e concreta de resolver isso?
O medo está altamente relacionado ao sentimento de auto-preservação. É instintivo e tem como objetivo preservar a vida. Partindo desse conceito biológico do medo, digo que o que mais temo não é a morte em si, mas sim que eu sobreviva a morte daqueles que amo, ou do sofrimento que pode vir acompanhado dela. Porque a morte em si nada mais é que o fim, o nada, o vazio, a ausência. Logo, não vejo o que temer.
No fundo, o medo resulta de uma sensação de falta de defesa ante algo que nos escapa ao controle. E aí, saindo da minha história pessoal, penso em tudo que nós, seres humanos, tememos: amar e não ser correspondido; ser correspondido no amor e ainda assim, sair machucados; confiar em uma amiga que trai a nossa confiança; investir naquele negócio e ter perda; dedicar anos a um trabalho e nunca ser reconhecido. Há tantas razões para nos sentirmos indefesos e tantos coisas para sentirmos medo. 
Até certo ponto, ter medo nos protege: nos coloca mais alertas, faz com que tenhamos consciência do nosso ambiente, faz com que tomemos determinados cuidados... Mas... e depois disso? De que serve ter medo?
Depois de certo ponto, o medo paralisa. Não podemos fazer nada para controlar aquelas coisas que tememos, então, nos preferimos não fazê-las, nos paralisamos. Eu poderia ter escolhido não morar na casa dos meus sonhos, não morar na rua dos meus sonhos, renunciar a uma vida em um bairro tranquilo para ir viver no velho e conhecido apartamento, onde eu me sinto mais segura (meu racional sempre foi que em apartamento o “bandido” tem mais opções e, consequentemente, tenho melhores chances de não ser a escolhida). Tinha essa opção ou... arriscar.
Nesse caso, arriscar pra mim significa viver. Eu poderia deixar que meus temores condicionassem minhas escolhas (e juro que muitas vezes, em muitas situações, é exatamente isso que acontece). Mas decidi que permiti-lo, nesse caso em especial, seria não viver. E entre correr o risco de morte e não viver, prefiro correr o risco de morte.
Radical? Talvez... Muitas vezes fiz escolhas amorosas que não respondiam aos desejos do meu coração em prol da segurança: sabia que dali eu não sairia machucada porque ali eu não estava envolvida. O nome disso é pobreza de espírito. Onde já se viu deixar de viver um amor por medo de perde-lo algum dia? Mas sim, essa sempre fui eu: entre a felicidade e a segurança, vamos com a segurança que é melhor.
Meu momento de escolhas amorosas já passou... mas digamos que vivo um caso de amor com essa casa. Poderia escolher a segurança de um apartamento, mas precisava viver esse amor tão longamente desejado. O que posso fazer? Nada. Torcer para ter escolhido bem, como sempre torcemos a cada decisão que tomamos em nossas vidas.

viernes, 29 de julio de 2011

O passado, de passagem

Não tinha muito tempo que ela tinha caminhado por essas ruas como quase uma nativa, uma estrangeira residente. Há não muito tempo atras ela ia e voltava de seu apartamento, acostumada as tensões e modismos locais. Hoje ela voltava como uma estrangeira não residente, como turista, alguém de passagem. Não tinha a sua casa, não tinha o seu lugar, não tinha celular, e provavelmente já não era a mesma pessoa que partiu há menos de 2 meses. Muita coisa tinha acontecido, e tudo isso provavelmente a afetou de muitas formas, algumas das quais ela ainda não tinha sido sequer capaz de identificar, perceber. 
Aquele idioma não era seu. Ela não se identificava com aquela comida e maneira de viver. Poucas coisas ali falavam realmente dela, só suas amigas. E mesmo assim, ali estava ela de volta por alguns dias, onde deveria ter tempo de matar todas as saudades, visitar todos os lugares e pessoas, para então partir para um lugar com o qual se identificava ainda menos, mas que falava mais dela do que sua atual localização. Em parte, ia sendo levada pelo vento, e em parte ia ajustando as velas do barco para ser levada para onde queria ir. Um pouco por escolha, um pouco por falta de opção, ela ia chegando aos portos onde a vida lhe levava.
Não fazia muito tempo que havia partido e ao mesmo tempo, parecia que aquela vida era parte de um passado muito distante. Aquela vida, aquelas angustias, aqueles medos, aqueles sonhos... “Lembra quando você sonhava com um dia ir morar nos EUA e a simples idéia da sua partida me partia o coração em mil pedaços?”, lhe perguntava alguém. Sim, ela lembrava. Parecia que aquilo tinha sido a tanto tempo atras....
Nada lhe incomodava de verdade, nem lhe tocava profundamente. Era como se seu corpo soubesse que ela estava apenas de passagem e, por isso, como em um mecanismo de auto-proteção, se mantivesse em um estado de torpor, meio dormente, sem dar lugar a emoções intensas. Mas a noite, em sua primeira noite naquele lugar tão conhecido, ela teve um sonho. Ela não lembrava muito bem dos detalhes. Ele misturava partes diferentes de passados distantes e recentes. Ela vivia em uma casa desconhecida, na qual não se sentia segura, e era vizinha de porta de uma amiga que há pelo menos 10 anos já não era sua melhor amiga. Havia algo de uma espera no sonho: ela esperava o retorno de alguém que havia partido sem data de regresso. Ela estava sempre pendente daquele portão no fundo do seu quintal, porque em algum momento ele se abriria e aquela pessoa entraria. Mas o portão não se abria, ninguém entrava, ninguém voltava. Só essa amiga estava lá e era inesperada sua companhia. Até que, em determinado momento, ela se encontra de surpresa com aquele alguém acompanhado de um outro alguém. Nada daquilo era esperado. E ela voltava a estar com alguém com quem nunca esteve realmente: tocava e era tocada por mãos que não conhecia, abraçava e era abraçada por braços que nunca a envolveram, beijava e era beijada suavemente. E sentia saudades de tudo aquilo que nunca tinha sido e nunca seria. E aquilo era parte daquele lado seu quase desconhecido que nunca deixaria de existir, daquela realidade que um dia foi sem nunca ter sido. Respirações profundas, sôfregas, entrecortadas, rápidas, tudo parte de uma realidade inventada que lhe acalentava sonhos e alimentava sua veia escritora. Pelo menos, para algo tudo aquilo servia e serviria sempre...
E ela pensou nas vezes que teve que explicar a sua filha que nem sempre somos escolhidas pelos motivos que cremos sê-lo, e nem sempre deixamos de ser escolhidas pelas razões aparentes. Ela pensou que seu passado vinha invadindo sua vida constantemente, ainda que sem ser convidado. E pensou que haviam partes do seu passado que ela já havia deixado pra trás e, por isso, em silêncio, os convidava a se retirar. Mas eles simplesmente eram seres com vontade própria, que iam e vinham a seu bel prazer.
E então havia ele, seu presente, que pouco entendia desse fluxo de pessoas e memórias em sua vida, que derivavam em escritos e mais escritos. Ele não lutava com isso, talvez porque essa era uma luta que ele sabia não poder ganhar, então, nem tentava. De alguma maneira ele intuía que aquilo tudo era parte dela, e que era preciso ama-la apesar disso, porque enquanto ela pudesse ve-los e vive-los em sua imaginação, seria ali, ao seu lado, que ela estaria. Ela não sabia se isso para ele era suficiente. Mas ele continuava ali, e ela também, e isso também era um pacto feito em silêncio. Ela não podia ser sem sonhar, sem imaginar, sem escrever. Ele não podia ser sem ela. Ela precisava desse espaço onde se refugiar em seu mundo imaginário. Ele precisava desse espaço onde se refugiar ao lado dela. Ela era feliz com seu espaço criativo ao lado dele. Ele era feliz ao lado dela. Ela o amava. Ele também a amava. E assim haviam construído sua relação, aprendido a ser felizes. E isso lhes bastava.

El pasado, de paso

No había mucho tiempo que ella había caminado por estas calles casi como una nativa, una residente extranjera. No hacía mucho tiempo que ella iba y venía de su casa, acostumbrada a las tensiones y a los modismos locales. Hoy ella volvía como una extranjera no residente, como turista, como alguien de paso. No tenía una casa, no tenia su lugar, no tenía teléfono, y probablemente no era la misma persona que partió hace menos de dos meses. Mucha cosa había pasado, y probablemente todo la había afectado de muchas maneras, aunque algunas ella todavía no fuera capaz de identificar y comprender. 
Aquél idioma no era suyo. Ella no se identificaba con aquella comida ni con aquella forma de vida. Pocas cosas allí hablaban realmente de ella, además de sus amigos. Y sin embargo allí estaba ella de nuevo durante unos días, cuando debería tener tiempo para estar en todos los lugares que extrañaba, ver a todas las personas que quería, para luego desplazarse a un lugar con el que se identificaba aun menos, pero que por lo menos hablaba más de ella que el de su ubicación actual. En parte, estaba siendo llevada por el viento y, en parte, ella ajustaba las velas de su embarcación para que la llevara hacia donde ella quería ir. Un poco por decisión propia, un poco por falta de opción, ella iba llegando a los puertos donde la vida la llevaba.
No había transcurrido mucho tiempo desde que había partido y, a la vez, todo parecía ser parte de un pasado muy lejano. Aquella vida, aquellas ansiedades, los miedos, los sueños... "¿Te acordás cuando soñabas con un día irte a vivir en los EE.UU. y la sola idea de tu partida me rompía el corazón en mil pedazos?", alguien le preguntó. Sí, se acordaba. Parecía que aquello había sido hace tanto tiempo....
En realidad, nada le molestaba, ni le tocaba profundamente. Era como si su cuerpo supiera que ella estaba solo de paso y, por lo tanto, como en un mecanismo de auto-protección, estaba aturdido, medio dormido, sin dar lugar a emociones intensas. Pero por la noche, en su primera noche en ese lugar que le era tan familiar, tuvo un sueño. Ella no recordaba muy bien los detalles. Se mezclaban diferentes partes de su pasado lejano con el pasado reciente. Vivía en una casa que le era extraña, en la que no se sentía segura, y su vecina de al lado era una amiga que hace por lo menos 10 años ya no era su mejor amiga. Había algo de la espera en el sueño: ella esperaba que volviera alguien que había partido sin fecha de regreso. Estaba siempre pendiente de que la puerta en el fondo del patio, porque en algún momento alguien la abriría e ingresaría. Pero la puerta se mantenía cerrada, nadie venía, nadie volvía. Sólo esta amiga estaba allá y era inesperada su compañía. Hasta que en determinado momento ella se encuentra de golpe con ese alguien acompañado por un otro alguien. Nada de aquello ella se lo esperaba. Y ella volvía a estar con alguien con quien nunca había estado: tocaba y era tocada por manos que no conocía, abrazaba y era abrazada por brazos que nunca la acogieron, besaba y era besada suavemente. Y ella extrañaba todo aquello que nunca había sido y que nunca sería. Y todo era parte de ese lado suyo casi desconocido que nunca dejaría de estar, de aquella realidad que un día fue sin nunca haber sido. Respiraciones profundas, entrecortadas, rápidas, todo parte de una realidad inventada que albergaba sueños y alimentaba su vena de escritora. Por lo menos, para algo todo aquello servía y serviría siempre...
Y pensó en las veces que tuvo que explicar a su hija que no siempre somos elegidas por las razones que creemos serlo, y no siempre dejamos de ser elegidas por los motivos aparentes. Ella pensó que su pasado había estado invadiendo su vida constantemente, aunque sin ser invitado. Y pensó que habían partes de su pasado que ya había dejado atrás, y que ella, en silencio, por la ausencia de respuesta a su presencia, los invitaba a que se retiraran. Pero eran simplemente seres con libre albedrío, con vida propia, yendo y viniendo a su propio antojo.
Y entonces había él, su presente, que poco entendía de este flujo de personas y recuerdos en su vida, que derivaban en escritos y más escritos. Él no luchaba con eso, quizás porque sabía que se trataba de una lucha que no podría ganar, entonces, ni lo intentaba. De alguna manera él sentía que esto era parte de ella, y que era necesario amarla más allá de ello, porque mientras ella los viera y viviera en su imaginación, sería allí, a su lado, donde estaría. Ella no sabía si eso era suficiente para él. Pero él seguía allí, y ella también, y eso también era un pacto hecho en silencio. Ella no podía ser sin soñar, sin imaginar, sin escribir. Él no podía ser sin ella. Ella necesitaba ese espacio para refugiarse en su mundo imaginario. Él necesitaba ese lugar donde refugiarse a su lado. Ella era feliz con su espacio creativo a su lado. Él era feliz al lado de ella. Ella lo amaba. Él también la amaba a ella. Y así habían construido su relación, habían aprendido a ser feliz. Y eso era suficiente para los dos.

sábado, 2 de julio de 2011

Respira...



Él se despertó de un sueño inquieto, donde se encontró con todo tipo de símbolos que no querían decir nada si tomados aisladamente, pero que lo hacían despertarse agitado. Un perro mordió la parte superior de su pie, un edificio para el cual él trataba desesperadamente de encontrar una salida, la lluvia allá afuera, símbolos desconocidos en un juego de cartas, escaleras, ventanas, puertas cerradas, gente extraña con cara de pocos amigos... En el fondo, estaba ella. No sabía si era la memoria de ella o si era ella misma  que estaba allá. Sólo sabía que su presencia allí le hacía feliz y ansioso. Le quería comunicar algo y no sabía cómo ni de qué se trataba: solo sentía aquella angustia y ansiedad de los que tienen algo que decir, pero dejan el silencio dominar. Buscaba respuesta en los símbolos acerca de qué hacer y cómo, pero mucho no entendía. Ella era parte de una etapa de su vida que él había dejado definitivamente atrás, y sólo en sus sueños aún podía verla. Sin embargo, nunca se dejó de preguntar si le había dicho todo lo que alguna vez le quiso decir, si le había mirado suficiente a los ojos, si le había tocado la mano lo necesario y deseado. Ella era parte de su pasado, pero insistía en estar presente en ese pequeño pedazo de sí mismo que él no podía controlar: sus sueños.


Y siempre que soñaba con ella, él pensaba lo difícil que era dejar algunas cosas atrás, que situaciones no resueltas siempre las llevamos con nosotros, y que ella seguía siendo una compañía ansiada en momentos críticos: fue siempre cuando se sintió más solo y menos feliz que la resucitó de los recovecos de su mente para que le dijera: "Hola, todavía estoy acá".


Se despertaba de esos sueños con el deseo de darle un abrazo fuerte, de volver a compartir muchas horas de conversaciones largas y distendidas, donde terminaba encontrando más puntos de convergencia que de divergencia con ella... Él vivía la vida que había elegido, incluyendo la parte en que ella era parte del pasado, pero no podía dejar de cuestionarse (a veces más, a veces menos) si había tomado la decisión correcta. Así, él pasaba la mayor parte de su día sin pensar en ello. Solo tenía que hacer frente a esta pregunta en esos momentos cuando él mismo salía de su propio control: cuando dormía.


"Todo el mundo es reemplazable y olvidable en el largo plazo", pensaba él, de manera muy práctica. Solo deseaba que "en el largo plazo" no significara mucho tiempo... deseaba que pronto él pudiera alinear su voluntad consciente con su deseo inconsciente y ya no fuera asaltado por la visita de ella en sus sueños. Sabía que había tomado la mejor decisión: sólo su cuerpo, su mente y su corazón parecían no saber.


La peor parte era despertarse de los sueños lleno de nostalgia y saber que ni siquiera a la distancia la podía mirar más. "Todavía no han inventado una máquina para viajar al pasado", pensó. Deshacerse de ella impregnada en cada rincón de su alma era la parte más difícil. Hacer frente a la certeza de que ella nunca volvería a ser ni siquiera una duda en su vida lo hacía aún más difícil. Era difícil y, a la vez, más fácil, porque no le dejaba opción. Sin embargo, ella sigue haciendose presente de vez en cuando. Y todo lo que él podía hacer era seguir tratando de olvidar...

Respire...



Ele acordou de um sonho agitado, onde ele tinha se encontrado com toda sorte de símbolos que não diziam nada isoladamente, mas o faziam levantar-se sobressaltado. Um cachorro mordia o peito do seu pé, um edifício do qual ele buscava desesperadamente encontrar a saída, a chuva lá fora, símbolos desconhecidos de um jogo de cartas, escadas, janelas, portas fechadas, gente estranha com cara de poucos amigos... De pano de fundo, lá estava ela. Ele não sabia se era a lembrança dela ou ela mesmo que estava lá. Só sabia que sua presença ali o deixava feliz e ansioso. Ele queria comunicar algo a ela e não sabia como nem o que era: só sentia aquela angustia e ansiedade no peito de quem tem algo para falar, mas deixa o silêncio dominar. Buscava resposta nos símbolos sobre o que fazer e como, e muita coisa não entendia. Ela era parte de uma etapa da vida dele que ele tinha definitivamente deixado para tras, e só em seus sonhos ele ainda podia vê-la. Mesmo assim, ele não deixava de se questionar se havia dito a ela tudo que algum dia quis dizer, se havia olhado em seus olhos o suficiente, se havia tocado sua mão todas as vezes necessárias e desejadas. Ela hoje era parte do seu passado, mas insistia em fazer-se presente naquele pequeno pedaço dele mesmo que ele não podia controlar: seus sonhos.


E sempre que ele sonhava com ela, ele pensava como era difícil deixar algumas coisas para trás, que situações mal resolvidas são sempre levadas com a gente, e que ela continuava sendo uma companhia ansiada em momentos críticos: era sempre quando ele se sentia mais só e menos feliz que ela ressurgia dos recônditos de sua mente para dizer-lhe: “oi, continuo aqui”.
Ele acordava daqueles sonhos com vontade de dar nela mais um abraço bem apertado, de compartilhar mais um sem numero de horas de conversas longas e relaxadas, onde ele terminava encontrando mais pontos de convergência com ela do que de divergência... Ele vivia a vida que tinha escolhido, inclusive a parte em que ela não era parte dessa vida, mas não podia deixar de se questionar (algumas vezes mais, outras menos), se tinha feito a escolha certa. Então, ele passava a maior parte dos seus dias sem pensar nisso. Só era enfrentado com essa pergunta naqueles momentos em que ele mesmo fugia de seu controle: quando dormia.
“Todos são substituíveis e passíveis de esquecer no longo prazo”, ele, de maneira bem prática, pensava. Esperava que “longo prazo” não significasse muito tempo... que logo ele pudesse alinhar seu desejo inconsciente com sua vontade de consciente, e deixasse de ser assaltado por visitas dela em seus sonhos. Ele sabia que tinha tomado a melhor decisão: só seu corpo, sua mente e coração pareciam não saber.
A pior parte desses sonhos era acordar impregnado de saudades e saber que nem mesmo olha-la a distância ele poderia mais. “Ainda não inventaram uma máquina de viagem ao passado”, ele pensava. Então, livrar-se dela impregnada em cada esquina de sua alma era o mais difícil. Enfrentar-se com a certeza de que ela nunca mais seria nem mesmo uma dúvida em sua vida tornava tudo ainda mais difícil. Era difícil e, ao mesmo tempo, tornava tudo mais fácil, porque não havia opção a ser feita. Ainda assim, ela continuava se fazendo presente, de tempos em tempos. E tudo que ele podia fazer era continuar tentando esquecer...