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viernes, 29 de abril de 2011

As milhões de maneiras de dizer "eu te amo"

Existem muitas maneiras de dizer "eu te amo": as vezes, um telefonema, uma lembrança inesperada, a presença em silêncio nos momentos dificeis, quando não sabemos o que dizer, a presença que se faz notar apesar de qualquer distância física que possa haver... existem milhões de maneiras de dizer "eu te amo". E passamos a vida escolhendo, sem perceber, qual delas queremos usar com aqueles que amamos. Nem toda falta de atenção significa ausência de amor. Mas são as atenções que dizem e definem o quanto gostamos e nos importamos com alguém, que nos aproximam ou distanciam, que vão definindo as relações.

Hoje o meu marido me disse "eu te amo" de uma maneira pouco comum: se casou comigo de novo, depois de 12 anos juntos e 8 de casados. Iniciativa dele. Eu não sabia que isso seria tão importante pra mim, mas no final das contas, foi uma linda declaração de amor feita em silêncio... Quando a juíza pediu a ele que me dissesse algumas palavras, ele falou pouco. Mas a sua atitude me disse tanto! Muito mais do que todas as vezes que ele me disse “eu te amo”. Ele disse com atos o que suas palavras alguma vez me deixaram saber. Me disse que me ama apesar do insuportavel que posso ser em muitos momentos, apesar dos meus defeitos, das minhas fraquezas, de tudo aquilo que ele com certeza não suporta em mim muitas vezes. Apesar de tudo isso, ele me ama. E isso é de muito valor, porque amar o que é bom, bonito e bem resolvido é facil. Dificil é escolher e continuar escolhendo o que muitas vezes é feio e complicado.
Me sinto como uma verdadeira recém casada. Sei que foi praticamente uma confirmação de uma decisão tomada há quase 9 anos, mas realmente me sinto tão ou mais emocionada do que na primeira vez. Será possível isso? Sinto que a decisão de hoje foi mais madura e consciente: já não tenho as ilusões que tinha aos 25 anos... Sinto que foi um lindo passo simbólico para começar uma nova vida em outro país juntos. Mais que uma renovação, me sinto "recém parida", como se tivesse sido um nascimento.
E como todo nascimento também traz morte, existem muitas coisas que estamos deixando pra tras: o que nos é familiar, conhecido, nossos amigos... e esses amigos, que tem acompanhado a gente todos os dias, apesar do muito que estamos ocupados, do quanto as vezes estamos estressados, apesar da dor que sentem pela nossa partida, apesar de provavelmente não sermos tão boa companhia porque não falamos de outra coisa que não seja toda essa mudança... todos estes amigos, para mim, fazem a mesma declaração de amor e amizade que o Javier fez ao agendar esse casamento na Argentina. Me dizem que “apesar de” tantas coisas, estão do nosso lado, nos escolhem, e desejam continuar presentes. Um ato em silêncio, que diz muito, mas muito mais do que um milhão de palavras.

A todos esses amigos o meu "muito obrigada". Amo voces com toda a minha alma.
Ao Javier, minha profunda admiração pelo homem que voce é, meu profundo respeito pela pessoa melhor que voce se torna a cada dia, e minha declaração com palavras deste amor que se confirma com o passar dos anos, superando maus momentos e sempre seguindo adiante. Eu escolho voce todos os dias ao acordar, e desejo continuar fazendo isso até o fim dos nossos dias.

Las miles de maneras de decir "yo te amo"

Hay miles de maneras de decir “te quiero mucho”: a veces, un llamado, un recuerdo inesperado, la presencia en silencio en momentos difíciles, cuando no sabemos que decir, la presencia que se hace notar a pesar de cualquier distancia física que pueda haber... existen miles de maneras de decir “te amo”. Y pasamos la vida eligiendo, sin darnos cuenta, cual de ellas queremos usar con aquellos que queremos. No toda desatención significa “no te quiero, no me importas”. Pero son las atenciones que dicen y definen el querer, que acercan o alejan, que van definiendo las relaciones.
Hoy mi marido me dijo “te amo” de una manera poco usual: se caso conmigo después de 12 años juntos y 8 de casados. Iniciativa suya. Yo no sabia que eso seria tan importante para mi, pero al final fue una linda declaración de amor hecha en silencio... cuando la jueza le pidió que dijera unas palabras, él hablo poco. ¡Pero con su actitud me dijo tanto! Mucho más que todas las veces que me dijo “te quiero mucho”. Dijo con actos lo que sus palabras algunas veces me hicieron saber. Me dijo que me ama a pesar de lo insoportable que puedo ser en muchos momentos, a pesar de mis fallas como persona, de mis debilidades, de todo aquello que él seguramente no soporta en mi, él me ama. Y eso es lo valorable, porque amar a lo lindo, a lo bueno y a lo fácil es sencillo; difícil es elegir y seguir eligiendo lo que a veces es feo, malo y complejo.
Me siento como una verdadera recién casada. Se que fue más que nada una confirmación de la elección hecha hace casi 9 años, pero realmente me siento tan o más emocionada que la primera vez. ¿Será posible eso? Siento que la decisión de hoy fue más madura y consciente: ya no se tiene las ilusiones de los 25 años... Siento que fue un lindo paso simbólico para empezar una nueva vida en otro país juntos. Más que una renovación, me siento recién parida, como si hubiese sido un nacimiento.
Y como todo nacimiento también trae muerte, hay muchas cosas que estamos dejando atrás: lo familiar, lo conocido, los amigos... y estos amigos, que nos vienen acompañando a diario, a pesar de lo ocupado que estamos, de lo estresados que podemos estar muchas, a pesar del dolor que sienten al perdernos de alguna forma, a pesar de que probablemente no somos tan buena compañía porque seguramente no hablamos de otra cosa que no sea todo este cambio... todos estos amigos, para mí, hacen la misma declaración de amor que me hizo Javier al agendar ese casamiento en Argentina. Me dicen que “a pesar de” tantas cosas, están, nos eligen, y desean seguir estando. Un acto en silencio, que dice mucho, pero mucho más que un millón de palabras.
A todos estos amigos, mi “muchas gracias”. Los quiero con toda mi alma.
A Javier, mi profunda admiración por el hombre que es, mi profundo respeto por la persona mejor que en que se transforma a cada día, y mi declaración con palabras de este amor que se confirma con el paso de los años, superando malos ratos y siempre saliendo adelante. Te elijo todos los días por la mañana, y deseo hacerlo hasta el fin de nuestros días.

domingo, 3 de abril de 2011

Necesitamos poder enterrar a nuestros padres

Encontramos por ahí más padres e hijos que se llevan mal que aquellos que tienen una relación armoniosa. Los ejemplos abundan: las películas cuentan historias así, las series de televisión muestran relaciones conturbadas con madres, padres, hermanos... La vida real nos muestra también que los casos problemáticos son más comunes que los casos exitosos. Raras son las familias como "Brothers and Sisters" en donde todo el mundo es amigo y se lleva bien. Si este es tu caso, si tu relación con tus padres es un cuento de hadas, este texto no es para vos. Detenete acá y anda a hacer otra cosa. De lo contrario, continua, porque lo que digo acá te puede resultar interesante.
Mientras yo crecía, vi a mi mama y a mi abuela con muchos problemas entre ellas. Ellas, las dos personas que yo más amaba en este mundo, se peleaban un montón. Yo me sentía como "hija de padres divorciados". Pensaba: "Todo lo que yo quisiera era que ellas se llevaran bien". Lo que yo no sabía era que aquella historia era mucho más antigua que yo, y que no sería yo que la resolvería.
Entonces un día, hace 11 años, se murió mi abuela. Así nomás, sin previo aviso. Yo estaba en un shopping con mi novio (actualmente, mi marido), la había dejado a mi abuela en mi casa con mi hija - que en ese entonces tenía 5 años - cuando mi mama me llama al celular y me dice, con urgencia en la voz: "Vete a casa ahora que tu abuela se siente mal". Llego en mi casa y ella está vomitando sangre. Yo no estaba preparada para lidiar con la situación. Mi novio terminó haciendo mi trabajo y, literalmente, estuvo con ella todo el tiempo, apoyándola. La llevé al hospital para que le dieran medicaciones y la liberaran. Nunca la lleve para que se muriera. Pero ella sabía - como creo que todos lo saben - que no volvería a casa.
Una de las últimas cosas que me dijo fue "trata de llevarte bien con tu madre, hija mía".  Ella, que luchó toda su vida en contra mi mama, me decía, en sus últimos momentos, que tratara de llevarme bien con ella. No sin cierto enojo recibí esa frase. Yo no sólo creía que era el único ser humano en la tierra a experimentar peleas entre mi mama y mi abuela, como ahora me quedaba con un "mandato" para cumplir, que me había sido dejado por la única persona que nunca lo cumplió.
Y usando eso como un acto de rebelión en su contra, me fui de ese hospital y tardé más de 10 años para encontrar mi camino hacia mi mama. Así como habré llevado al menos cinco años para enterrar a mi abuela. Y hoy, viendo un episodio de una de mis series favoritas, me di cuenta de que tenemos que enterrar a nuestros padres. Y para enterrarlos, hay que poder encontrarlos.
Como mi mamá me dice a menudo, generalmente una mama no guarda rencor de un hijo. Bah, yo no guardo de la mía. Un pedido de disculpas suyo y yo ya no me acuerdo porque me enojé. Nosotras, mamas, solo queremos que la relación con nuestros hijos funcione, que ellos sean felices a nuestro lado, y cuando estén lejos también. Pero hijo sí guarda rencor madre. Ellos nacen con una idea y algunos conceptos de los "derechos" que tienen en la vida, entre ellos, el tener “una infancia feliz” (independiente de lo que cada uno entienda por "felicidad"). Y se rebelan en contra nosotros, los padres, cuando no les entregamos eso. Así como crecemos para creer en el amor eterno, en los cuentos de hadas, nacemos creyendo que existen las familias de comercial de mendicrim. Y cuando no la tenemos, pensamos "¿por qué SOLAMENTE A MI ME TOCO no tenerla?".
Es sólo con los años que ellos descubren que no están solos; que las peleas entre padres e hijos son feas, pero no son tan inusuales, ni tan terribles; que no hablar con nuestras madres sólo es malo porque las extrañamos, no por todo lo religioso sin sentido que nos enseñan; que padre y madre son personas que no nacen sabiendo ser madres y padres, y a menudo aprenden a serlo mientras nos crean (a veces, ni siquiera así); y puesto que ni ellos ni nosotros nacimos sabiendo, ellos serán tan buenos padres como los ejemplos que hayan recibido. Y, muchas veces, ni todo el amor del mundo, ni la mejor de las intenciones, serán suficientes para volverlos padres de comercial de mendicrim. Y, al final, no hay nadie a quien echar la culpa: ellos son el resultado de lo que recibieron, así como nosotros, y nadie elige tener problemas. Simplemente los tenemos, y nos tenemos que manejar con ellos.
Debemos ser capaces de perdonar a nuestros padres por haber herido a la niña o el niño que alguna vez fuimos. Seguir “puniéndolos” por lo que no hicieron por nosotros no sana las heridas, de hecho, las refuerza, porque nos recuerda todo el tiempo en donde nos fallaron.
A lo mejor deberíamos abrazar con afecto al niño herido que llevamos adentro y explicarle que los que nos hirieron no lo hicieron porque son monstruos: posiblemente estaban haciendo lo mejor que podían, lo mejor que sabían, sin ningún propósito de herirnos. Generalmente, aquellos que hieren algún día también fueron heridos, y eso nuestro niño interno tarda en descubrir.
Muchos de nosotros todavía no haya dejado de llorar y reclamar aquel padre o madre que no tuvo, lo que nos mantiene conectado al pasado y nos impide disfrutar, como adulto, del padre o madre que tenemos, que no serán ni mejor ni peor, pero todavía están para ser disfrutados.
Está bien, algún día fuimos lastimados. Pero, déjame decirte una cosa: no importa cuanto te quedes ahí, mirando el pasado y quejándote, el pasado no va a cambiar. Pero el presente todavía puede. Abandona la idea de que la vida te tiene que resarcir el daño que te causó por aquello que no te dio: la vida no te debe nada. La naturaleza es aleatoria, caprichosa, y nos elige al azar para tener un padre de esta o de aquella manera. Hagamos lo mejor posible con aquello que recibimos, porque eso sí es mérito nuestro, y a otra cosa. Basta de seguir fortaleciendo el dolor del pasado. El pasado nunca será pasado, si lo seguís repitiendo en el presente.
Por eso el titulo de este texto: es necesario poder enterrar a nuestros padres, no a los actuales, pero aquellos cuya imagen está congelada en nuestras memorias. ¡Enterremoslos! Levanta a este niño a upa, acaricialo, escuchalo, seca sus lágrimas, dale un lugar para llorar, para sentir, para sufrir, para quejarse, pero explicale, con mucho amor, que nunca le quisieron hacer daño, que él sí fue amado. Decíle que él debe perdonar, porque sino su herida no se cicatrizará nunca. Y dejemos de buscar a nuestros padres como los súper héroes que quisiéramos que hubiesen sido. Sí, deberían haberlo sido, al igual que mi esposo debería ser el príncipe azul, y tu esposa, la Cenicienta. Deberían, y quizás lo hubiesen sido, si no hubiesen estado día a día luchando con sus propios demonios, sus miedos, sus propios traumas, lo que hace que, con frecuencia, uno no tenga la prioridad. Mientras te estaban creando, tus padres se peleaban con sus propias vidas, con su propia familia, con sus padres, con sus pasados. Espero que hayan sido tus súper héroes. Pero si no es así, perdonalos. Miralos como son: sólo seres humanos, imperfectos, que hicieron su mejor y, de alguna manera, en algún nivel, funcionó. ¡Mirate a vos acá para demonstrarlo!
Aceptar y perdonar los desperfectos de nuestros mayores modelos es un buen ejercicio para aprender a perdonar nuestras propias fallas y las ajenas. Amarlos tal cual son, así como hemos pasado la vida exigiendo que nos amaran tal cual somos, es el primer paso. La única manera de liberarnos de alguien que nos lastimó es perdonando. Y cuando perdonamos, un nuevo mundo de posibilidades se abre para nosotros en las relaciones con ellos y con nosotros mismos. Construyamos algo desde el amor, no del dolor y de la culpa. Todavía hay tiempo. ¡Pensa en ello!

Precisamos poder enterrar nossos pais

Encontramos mais pais e filhos que não se dão bem do que pais e filhos que tem uma relação harmoniosa. Exemplos não faltam: filmes contam histórias assim, séries de TV mostram relações conturbadas com mães, pais, entre irmãos... A vida real também nos mostra mais casos problemáticos do que casos bem resolvidos. Raras são as famílias estilo “Brothers and Sisters”, onde todo mundo é amigo e se dá bem. Se esse é o seu caso, se sua relação com seus pais parece saída de um conto de fadas, esse texto não é pra você. Pare por aqui e vá fazer outra coisa. Senão, continue, que pode ser que algo aqui seja do seu interesse.
Enquanto eu crescia, vi minha mãe e minha avó, as duas pessoas que eu mais amava nesse mundo, brigarem a beça. Me sentia como “filha de pais separados”. Pensava: “Tudo que eu queria era que elas se dessem bem”. Mal sabia eu que aquela história era muito mais antiga do que eu, e não ia ser eu que ia resolve-la.
Aí, um dia, ha 11 anos, minha avó morreu. Assim, meio sem avisar. Eu estava no shopping com meu namorado (atualmente, meu marido), tinha deixado minha avó na minha casa com a minha filha - que então tinha 5 anos - quando minha mãe liga pro meu celular e diz, com urgência na voz: “vai pra casa agora que sua avó está passando mal”. Chego lá e ela está vomitando sangue. Eu não estava preparada para lidar com aquilo. Meu namorado acabou fazendo o meu papel: a apoiou literalmente todo o tempo. Levei-a pro hospital para que a medicassem e a liberassem. Nunca a levei para que ela morresse. Mas ela sabia - como todos sabem, creio - que não voltaria para casa. 
Uma das últimas coisas que ela me disse foi: “tenta se dar bem com a sua mãe, filhinha”. Ela, que a vida inteira brigou com a minha mãe, me dizia em seus últimos momentos, que eu tratasse de me dar bem com ela. Não foi sem alguma revolta que recebi aquela frase. Não somente eu pensava que era o único ser humano na Terra a vivenciar brigas entre mãe e avó, como agora tinha um “mandato” a cumprir, que me foi passado pela única pessoa que nunca o cumpriu em sua vida.
E meio que como um ato de rebeldia contra ela, que me abandonou naquele hospital, levei mais de 10 anos para encontrar meu caminho até minha mãe. Assim como levei pelo menos 5 anos para enterrar a minha avó. E hoje, vendo um episódio de uma das minhas séries favoritas, me dei conta que temos que enterrar nossos pais. E pra enterra-los, precisamos nos encontrarmos com eles.
Como minha mãe me disse muitas vezes, mãe geralmente não guarda mágoas de filho. Acho que ela tem razão. Eu não guardo mágoas da minha filha. Um pedido de desculpas dela e eu já nem lembro mais porque brigamos. Nós, mães, só queremos que a relação com nossos filhos funcione, que dê certo, que eles sejam felizes perto da gente, e longe também. Mas filho sim guarda mágoa de mãe: eles nascem com uma idéia e alguns conceitos dos “direitos” que tem na vida, entre eles, o de ter “uma infância feliz” (independente do que “felicidade” signifique para cada um de nós). E se revoltam quando não é isso que entregamos a eles. Assim como crescemos para acreditar em amor eterno, em contos de fadas e em príncipe encantado, todo filho nasce para acreditar que existe aquela família de comercial de margarina. E quando não a têm, pensam: “por que SÓ EU não tive?”.
Depois de muitos anos, com sorte, eles descobrem que não são os únicos; que brigas entre pais e filhos é ruim, mas não é nem tão incomum, nem tão terrível; que deixar de falar com mãe ou com pai só é ruim porque a gente fica com saudades, não por causa de toda aquela bobagem religiosa que ensinam pra gente; que pai e mãe são pessoas que não nasceram sabendo ser pais e mães e, muitas vezes, foram aprendendo enquanto criavam a gente (as vezes, nem isso); e assim como nem eles nem a gente nasceu sabendo, nossos pais serão tão bons quanto os exemplos que tiverem recebido. As vezes, nem todo o amor do mundo, nem a melhor das intenções, farão deles pais de comercial de margarina. E, no final das contas, não há muito a quem culpar: eles são resultado do que receberam, assim como nós, e ninguém escolhe ter problemas. A gente simplesmente os tem, e tem que lidar com eles.
Precisamos poder perdoar nossos pais por terem magoado aquela menininha ou menininho que fomos um dia. Continuar “castigando-os” por aquilo que eles deixaram de fazer pela gente não cura feridas: muito pelo contrário, as reforça, porque nos lembra todo o tempo quais foram suas falhas e o que foi que nos faltou. 
Talvez tenhamos que abraçar com carinho aquela criança magoada que existe dentro da gente e explicar pra ela que aqueles que nos machucaram não o fizeram porque são monstros: provavelmente estavam fazendo o melhor que podiam, o que sabiam, sem o propósito de nos machucar. Geralmente, quem machuca também foi muito machucado, e isso a gente só descobre com a experiência.
Muitos de nós continua chorando e reclamando aquele pai e aquela mãe que não teve, revoltados, fazendo “pirraça”, o que nos mantém presos ao passado e nos impede de desfrutar, como adultos, do pai ou da mãe que temos agora, que talvez não sejam os melhores, mas ainda estão por aqui, por perto, para serem desfrutados.
Tudo bem, um dia fomos machucados. Mas, sabe de uma coisa? Não importa o quanto você fique aí parado, olhando o passado e reclamando, ele não vai mudar. Mas o seu presente ainda pode. Abandone a idéia de que a vida tem que te “restituir” por aquilo que você não teve, ou de que a vida te deve alguma coisa, porque não deve não: a vida não nos deve nada. A natureza é aleatória, caprichosa, e nos escolhe ao azar para ter um pai ou uma mãe desse ou daquele jeito. Façamos o melhor possível com aquilo que recebemos, porque isso sim é mérito nosso, e bola para frente. Basta de continuar reprisando dores do passado. O passado nunca será passado enquanto continuarmos revivendo-o ao presente. 
Por isso, o titulo desse texto: é preciso enterrar nossos pais, não os atuais, mas aqueles cuja imagem ficou congelada em nossas memórias. Coloquemos aquela criança que ainda somos no colo, façamos carinho nela, sequemos suas lágrimas. Vamos dar a ela o lugar de chorar, de sentir, de sofrer, de se queixar, mas expliquemos, com muito amor, que nunca quiseram magoá-la, e que ela foi sim amada. Digamos a ela que ela precisa perdoar, porque senão aquela ferida não vai cicatrizar nunca. E deixemos de olhar para nossos pais como aqueles que deveriam ter sido heróis. Sim, eles deveriam ter sido, assim como meu marido deveria ser o príncipe encantado, e a sua mulher, a Cinderela. Deveriam, mas no dia a dia cada um está lutando com seus próprios demônios, seus próprios medos, seus próprios traumas e, muitas vezes, não somos prioridade. Enquanto nos criavam, nossos pais lutavam com as próprias vidas, com a própria família, com os próprios pais, com o próprio passado. Espero que eles tenham sido super heróis para você. Mas se não o foram, perdoe. Veja eles como aquilo que são: apenas seres humanos, cheios de falhas, que fizeram o seu melhor e, de alguma maneira, em algum nível, deu certo. Olha você aí para provar isso!
Aceitar e perdoar a imperfeição dos nossos maiores modelos é um exercício para aprendermos a aceitar as nossas próprias falhas e perdoar a falha dos outros. Ama-los, como passamos a vida pedindo que eles nos amassem, por aquilo que somos, é o primeiro passo. A única maneira de nos libertarmos de alguém que nos machucou é perdoando. E quando perdoamos, um novo mundo de possibilidades de relações se abre pra gente, com eles e com nós mesmos. Construamos algo a partir do amor, e não da mágoa ou da culpa. Ainda dá tempo. Pense nisso!