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miércoles, 8 de septiembre de 2010

Uma história sobre a espera

“Estou tentando administrar isso sozinha”, ela dizia para si mesma, e pra ele, que a ouvia sem ter idéia da dimensão do esforço que isso exigia dela. E se afundava em cigarro e doces. Como se não bastasse a preocupação com todas as coisas de sua vida que ela não sabia se mudariam e suas responsabilidades – as quais ela não podia deixar de honrar – ela se preocupava também em ficar gorda e ter cancer de pulmão. Ia a terapia, saia com amigas, via seus programas favoritos na TV, fingia para ele e pra maioria das pessoas que estava tudo bem – e a maioria do tempo, estava! -, mas quando ela se encontrava sozinha com seus pensamentos, não tinha pra onde correr. Era só ela, com suas dúvidas e inseguranças, com seus questionamentos, com seu desesperado desejo de ter sob controle coisas que não estavam em sua alçada, claramente. Tudo inutilmente. Mas inevitável. A unica coisa certa era que ela não podia fazer nada alem de esperar pra ver como terminaria tudo. Ah, ela podia fazer uma outra coisa também: tratar de se manter calma. E claramente estava falhando em ambas as coisas as quais se propunha.

E os dias passavam na mesma velocidade de antes, exceto que agora parecia que se arrastavam. E ela tentava se manter tão ocupada quanto possivel. Quem sabe assim não passava mais rápido? E sim, era verdade que uns dias passavam mais rápido do que outros. Mas as noites eram sempre as noites, sempre lentas, longas, cheias de dúvidas e medos. Tudo aquilo era muito mais do que ela podia administrar. E ela não tinha certeza se era porque todos estavam muito acostumados a vê-la administrar tudo sozinha que simplesmente a deixavam por sua própria conta, ou se toda a situação era muito mais do que qualquer um podia administrar. Haveria um excesso de confiança em suas capacidades? Ou simplesmente estariam todos tão ocupados quanto ela tratando de se auto-administrar e, por isso, fingiam que nada acontecia? Ela não sabia. Só sabia de uma coisa: dessa vez ela gostaria de não estar administrando a si mesma sozinha.

Ela não podia nem mesmo precisar o que era que a assustava tanto. Não sabia se era o sentir-se sozinha, a mudança, ou a idéia do que poderia acontecer. Mas, afinal, o que poderia acontecer? Tudo, inclusive nada! Era o nada que a assustava? Ou era o tudo? Ela não sabia. E se sentia desorganizada, perdida. O que esperar? Sim, o melhor era não esperar. Mas... como? Nenhuma ideia.

Era hora de dormir. Já começaria um novo dia super ocupado, e as responsabilidades estariam todas lá, imunes e isentas de toda e qualquer preocupação. O dia, a rotina e as responsabilidades estavam alheios às suas preocupações. Demandavam ser cumpridos inexoravelmente, indiferente a sua condição de cumpri-los ou não. Era irrevogável: ela não podia simplesmente se esconder embaixo da cama e ficar lá olhando pra ver o que acontece. Também não podia, por mais que quisesse, dormir um sono profundo e só acordar quando algo estivesse definido. Ela não podia.

Entao, o que fazer? Melhor deitar e ler um livro. Com alguma esperança, ela se perderia numa história fictícia de terceiros e esqueceria, pelo menos por algumas horas, as expectativas da sua propria vida, que ela contava e vivia quase como se fosse uma ficção, um filme, cujo final ela estava ansiosa para descobrir qual seria.

Un cuento sobre la espera

"Estoy tratando de administrar todo sola", ella se decía a sí misma, y a él, que la escuchaba sin tener idea de la magnitud del esfuerzo que eso requería de ella. Y se hundía en cigarrillos y dulces. Como si no fuera suficiente su preocupación por todas las cosas en su vida que no sabía si cambiarían o no, y sus responsabilidades - que ella no podía no cumplir – ella también estaba preocupada por engordar y tener un cáncer de pulmón. Iba a la terapia, salía con amigas, miraba a sus programas favoritos en la tele, fingiendo para él y para la mayoría de las personas que todo estaba bien - y, de hecho, la mayor parte del tiempo, ¡estaba todo bien! Pero cuando ella se encontraba a solas con sus pensamientos, no tenía hacia dónde correr. Era ella, con sus dudas e inseguridades, con sus cuestionamientos, con su desesperado deseo de tener las cosas bajo control, lo que claramente no era posible. Todo inútilmente. Sin embargo, inevitable. La única certeza que tenía era que no podía hacer otra cosa que esperar y ver cómo todo iba a terminar. Ah, sí, ella podía hacer una cosa más: tratar de mantenerse calma. Y claramente estaba fallando en ambas cosas a las cuales que se proponía.

Y los días pasaban en la misma velocidad que antes, excepto que ahora parecía que se arrastraban. Y ella trataba de mantenerse tan ocupada cuanto posible. A lo mejor, así pasaban más rápido. Y, era cierto, unos días pasaban más rápido que otros. Pero las noches eran siempre las noches, siempre lentas, largas, llenas de dudas y temores. Todo era mucho más de lo que ella podía manejar. Y no estaba segura si era porque todo el mundo estaba tan acostumbrado a verla manejar todo sola que simplemente no le hacían caso, o si la situación era mucho más de lo que todos los involucrados podían manejar. ¿No habría un exceso de confianza en sus habilidades? ¿O simplemente estaban todos tan ocupados cuanto ella tratando de administrarse y, por ello, fingían que no pasaba nada? Ella no lo sabía. Sólo sabía una cosa: esta vez a ella le gustaría no estar auto-administrándose sola.

Ni siquiera podía precisar qué era lo que la asustaba tanto. No sabía si era el sentirse sola, el cambio, o la idea de lo que podría suceder. Pero en última instancia, ¿que podía pasar? Todo, ¡inclusive nada! ¿No sería el nada que le daba miedo? ¿O era el todo? Ella no lo sabía. Y se sentía desorganizada, perdida. ¿Qué esperar? Sí, era mejor no esperar. Pero... ¿cómo? Ni idea.

Era hora de acostarse. Ya comenzaría un nuevo día muy ocupado, y las responsabilidades estarías todas allá, inmunes y exentas de cualquier preocupación. La rutina diaria seguía ajena a sus preocupaciones. Exigía que se cumpliera inexorablemente, sin importarse con su posibilidad de cumplirla o no. Era irrevocable: no podía esconderse bajo la cama y quedarse mirando a ver qué pasaba. Tampoco podía dormir un sueño profundo y despertar sólo cuando todo estuviera definido. No podía.

Entonces, ¿qué hacer? Mejor irse a la cama a leer un libro. Con un poco de esperanza, se perdería en una historia ficticia de terceros y se olvidaría, al menos por unas horas, de las expectativas de su propia vida, que ella vivía y contaba casi como si fuera una ficción, una película, cuyo final ella estaba ansiosa por descubrir cuál sería.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Para los que esperan cartas - De Fernanda Young

Hola, ¿cómo estás? Lamentablemente, esta carta no es de quien estabas esperando. Pero, como yo sé como te sentis, quizás yo tenga buenas noticias.

Mira, perdona mi franqueza, pero la vida es demasiado corta para que te quedes esperando por otra persona. Si quien esperas realmente se importara con vos, ya te hubiese dado alguna señal de vida. Seguí con tu vida.

¿Te diste cuenta de que hay una cierta persona que conoces que está enamorado de vos? No te puedo decir quien es, pero puede ser alguien que trabaja a tu lado o que vive cerca de tu casa o que frecuenta el mismo lugar que vos. Sé que es una persona muy agradable, vale la pena saber quién es.

Ojo, que hay un montón de gente fijándose en tus cualidades. Apuesto a que si miras a tu alrededor en este momento, alguien te está secretamente buscando. Puede que no sea tu tipo, pero es una dosis de autoestima, sustancia de la cual careces en el momento.

La verdad es que mientras estés así, en esta agonía sin fin, a la espera de noticias que nunca llegan, te perdes varias posibilidades interesantes a tu alrededor. Por supuesto, nadie se compara a quien estás esperando, pero la persona a quien esperas no está disponible en este momento. Por ahí, jamás estará, a pesar de todo lo que te dijo ese día. Las personas que desaparecen no son confiables.

E incluso si estás absolutamente seguro de que no es desprecio, que algo debe haber pasado, que esta desaparición tiene alguna explicación, igualmente es inutil que te quedes ahí, esperando. Corroerse en ansiedad no acelera la resolución del problema, sea cual sea. Por lo tanto, a otra cosa, mariposa.

Olvidate del tema, trata de poner las energías en lo que depende de tu voluntad. Si necesario, para que te saques de una esta historia de la cabeza, mandale una carta diciendo todo lo que pensas y pone un punto final en el tema.

La cuestión es que no podes seguir así. Todo el mundo está comentando. Nadie tiene el coraje de decirtelo, pero todos están de acuerdo conmigo. Basta.

Además, si es para ser tuyo, lo será. Un día, cuando menos te lo esperes, te lo encontras de casualidad o algo así. Pero hasta este reencuentro será más dificil si no te abris a lo nuevo y a lo inesperado de la vida.

Y, entre nosotras, si la persona a quien esperas es quien yo pienso, tampoco es todo eso. Te podes conseguir algo mucho mejor.

Mandame notícias, te voy a estar esperando.

Para os que esperam cartas - De Fernanda Young

Oi, tudo bom? Infelizmente, esta carta não é de quem você esperava. Mas, como eu sei direitinho como você se sente, talvez traga boas notícias.

Olha, desculpa minha sinceridade, mas a vida é muito curta para ficar aguardando pelos outros. Se quem você aguarda realmente se importasse com você, já teria dado algum sinal de vida. Parta para outra.

Já reparou numa certa pessoa que você conhece e tem uma quedinha por você? Não posso dizer quem é, mas pode ser alguém que trabalha do seu lado ou que mora perto da sua casa ou que freqüenta um mesmo lugar. Sei que se trata de uma pessoa bem legal, vale a pena procurar saber quem é.

Fique de olho, tem um monte de gente reparando em suas qualidades. Aposto que, se você olhar em volta, neste instante, tem alguém olhando disfarçadamente para você. Pode não ser o seu tipo, mas já é uma dose de auto-estima, substância da qual você carece.

A verdade é que, enquanto você estiver assim, nessa interminável agonia, esperando notícias que nunca chegam, vai deixar passar várias possibilidades interessantes ao seu redor. Claro, ninguém se compara a quem você aguarda, mas quem você aguarda não está disponível no momento. Poderá, inclusive, nunca estar, apesar de tudo o que foi dito naquele dia. Pessoas que somem não são confiáveis.

E, mesmo que você tenha certeza absoluta de que não se trata de desprezo, que deve ter acontecido alguma coisa, que esse sumiço tem alguma explicação, não adianta nada você ficar aí esperando. Corroer-se de ansiedade não vai apressar a resolução do problema, seja ele qual for. Então, desencana.

Dá uma esquecida desse assunto, tenta focar as energias naquilo que depende da sua vontade. Caso seja necessário, para tirar de vez essa história da cabeça, mande você uma carta esculhambando e colocando um ponto fi nal na questão.

O fato é que não dá para você continuar assim, desse jeito. Está todo mundo comentando. Ninguém tem coragem de dizer isso para você, mas todos concordam comigo. Já chega.

Além do mais, se for para ser, será. Um dia, quando você menos espera, pinta um reencontro, sei lá. Mas até esse possível reencontro fica mais difícil se você não se abrir de novo para o lado inesperado da vida.

E, cá entre nós, se a pessoa que você aguarda é quem eu estou pensando, também não é nenhuma belezura assim. Você arruma coisa melhor.

Mande notícias, ficarei aguardando.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Que tão importante é uma noite entre amigos?

"Os poucos amigos que tenho são os que muitos gostariam de ter" - Clarice Linspector

Que tão boba e simples pode ser uma noite com os amigos? Não sei, mas hoje, enquanto dirigia à minha casa, eu me perguntava quando é que Buenos Aires começou a ser o "meu lugar". Me perguntava, na verdade, o que é que faz com que nos sintamos parte de um lugar. E percebi que, para mim, me tornei parte desta cidade quando senti que tinha amigos aqui.

Verdade muito simples, que só podemos entender com facilidade quando já deixamos alguma vez nosso lugar de origem. Porque quando nascemos em um lugar, e aí estivemos por toda a nossa vida, não nos perguntamos o que é que nos torna parte desse contexto. Simplesmente nascemos nele e não questionamos isso, porque é algo que nos é dado. E a verdade é que somos parte de um lugar quando o lugar começa a contar um pouco da nossa história.

Quando vim morar em Buenos Aires, o que eu mais sentia falta quando andava pelas ruas era de encontrar alguém que tivesse conhecido na escola, alguem com quem tivesse trabalhado, encontrar alguma celebridade que eu conhecesse desde pequena, ou que aquela praça que eu atravessava tivesse alguma história minha pra contar – ou eu dela! Tudo era novo! E se por um lado isso é bom quando se quer começar do zero, por outro lado também gera um vazio.

E os vazios são necessários. Sem eles, não há espaço a ser preenchido com coisas novas, coisas melhores. Mas o vazio é o vazio. É a única coisa que se faz notar fortemente pela ausência.

Todos nós precisamos contar a nossa história e precisamos de testemunhas que a contem pela gente... que se lembrem de detalhes que nos escapam ... que nos deem a sua visão de coisas que não vemos... mais do que estar presente para os bons e para os maus momentos, ter amigos nos ajuda a desenhar quem fomos e quem nos tornamos, nos ajuda a remontar nosso passado, nos dá um outro olhar sobre uma situação... nossos amigos são a nossa história atualizada sempre, trazida ao presente. E isso é de um valor inestimável, que só se percebe e se sente quando não está, na ausência.

Uma das lembranças que tenho mais presente da minha chegada à Buenos Aires é do dia 20 de julho de 2007. Eu havia chegado no dia 08 de julho, ou seja, era uma recém-chegada. E aqui, no dia 20 de julho, se comemora o Dia do Amigo. Eu estava no meu novo apartamento, fazia um frio terrivel lá fora (dia 9 havia nevado na cidade depois de 89 anos), e eu ouvia as celebrações e festas que as pessoas faziam com seus amigos. E o frio de lá de fora me invadiu o peito, e o vazio... ah, o vazio!... o vazio ecoava dentro de mim. Foi duro! Foi difícil dormir, não sei se por causa do barulho ou pela solidão que se fazia presente na carne. Terrível! Felizmente, foi o primeiro e único Dia do Amigo sozinha na cidade.

Hoje Buenos Aires conta histórias minhas, e eu conto histórias dela... Hoje faço parte de uma engrenagem formada por grupos de amigos dos quais sou parte. Faço parte da vida dos meus amigos, conto suas histórias, e eles contam as minhas. Nos identificamos mutuamente. Ao atingir esse ponto, já não existem barreiras culturais ou lingüísticas. No início, o simples fato de descer do apartamento, passar pela portaria e ter que dizer "buenos días " pro porteiro, renunciando ao meu próprio idioma desde o momento que acordava, me isolava do mundo ao meu redor. Não tínhamos nada em comum. Hoje em dia, com línguas e culturas iguais ou diferentes, eu e meus amigos partilhamos um passado em comum, um presente em comum e, quase que com toda certeza, partilharemos um futuro comum. E com o porteiro do meu prédio também, que hoje pode dizer algo sobre quem sou com base naquilo que ele vê e viu ao longo desses mais de 3 anos! Isso é o que nos molda e nos faz ser quem nós somos. Sem essas pessoas que nos dão um marco, somos partes, pedaços de nós mesmos.

Sem amigos, não sabemos que tão bons nem que tão ruins somos, porque é da crítica, aceitação ou rejeição deles que percebemos o nosso valor e os nossos defeitos. É também devido à sua aceitação de nossas falhas que nos damos conta de que somos valiosos apesar do que nos falta. Somos agradecidos quando nos aceitam "defeituosos", somos agradecidos quando remarcam um valor nosso que não tinhamos percebido. Ficamos irritados quando nos criticam, mas por eles também desejamos ser pessoas melhores e, ao ouví-los, nos tornamos pessoas melhores também para os demais. Brigamos, discutimos, mas continuamos amigos, e vendo que esta amizade resiste ao teste do tempo e das divergências, sentimo-nos mais fortes para enfrentar outras perdas e desafios no mundo. Por onde quer que eu olhe, vejo que nos fortalecemos a partir dos nossos amigos.

Então, sim, uma noite entre amigos é uma bobagem, que tem uma importância que só se pode estimar quando já estivemos sem isso. Felizes são aqueles que têm amigos com quem partilhar noites bobas de vez em quando!

¿Qué tan importante es una noche entre amigos?

"Los pocos amigos que tengo son los que a muchos les gustaría tener" - Clarice Linspector

¿Qué tan boba y simple puede ser una noche con amigos? No lo sé, pero hoy, mientras manejaba hacia mi casa, me preguntaba cuando fue que Buenos Aires empezó a ser sentida por mí como "mi lugar". Me pregunte, de hecho, que es que hace que uno se sienta parte de un lugar. Y me di cuenta que, para mí, me torne parte de esta ciudad cuando sentí que acá tenía amigos.

Eso es algo muy simple, que uno solo entenderá cómo funciona con más facilidad cuando ya haya dejado su lugar de origen. Porque, cuando nacemos en un lugar, y allí estuvimos por toda nuestra vida, no nos damos cuenta de que es que nos hace parte de aquel contexto. Simplemente nacemos en él y eso es algo que no cuestionamos, que está dado. Y la verdad es que somos parte de un lugar cuando este lugar empieza a contar también un poco de nuestra historia.

Cuando vine a vivir en Buenos Aires, lo que más extrañaba era caminar por las calles y saber que nunca encontraría nadie que hubiese conocido en la primaria, con quien hubiese trabajado, que no vería nunca en algún lugar alguna celebridad de la tele conocida por mí desde chica, que aquella plaza por la cual atravesaba no tenía ninguna historia mía para contar - ¡ni yo de ella! ¡Todo era nuevo! Y si bien eso está bueno cuando uno tiene ganas de empezar de cero, genera un vacío.

Los vacíos son necesarios. Sin ellos no tenemos espacio para dejar entrar cosas nuevas, cosas mejores. Pero el vacío es siempre el vacío. Es la única cosa que se hace notar fuertemente por la ausencia.

Todos necesitamos poder contar nuestra historia, y necesitamos testigos que las cuente con nosotros, por nosotros... que se acuerden de detalles que se nos escapan... que nos den su mirada de aquellas cosas nuestras que no percibimos... más que estar para las buenas y para las malas, los amigos nos ayudan a dibujar quienes fuimos y quien nos volvimos, nos ayudan a remontar nuestro pasado, nos dan otra mirada sobre una misma situación... nuestros amigos son nuestra historia actualizada siempre, hecho presente. Y eso es de un valor inestimable, solo posible de percibir y sentir cuando no está, en la ausencia.

Uno de los recuerdos que más tengo presente de mi llegada a Buenos Aires es el día 20 de julio de 2007. Yo había llegado el 8 de julio, así que era una recién llegada. Y acá, el 20 de julio se festeja el Día del Amigo. En mi nuevo departamento, con un frío tremendo afuera (día 9 había nevado en la ciudad despues de 89 años), y yo escuchaba los festejos y fiestas que la gente hacía con sus amigos. Y el frio de afuera me invadió el pecho, y el vacio, ah, el vacio… el vacio hacía eco adentro mío. ¡Fue duro! Fue difícil dormir, y no sé que tanto me costo por el ruido que escuchaba, que tanto por la soledad que se hizo presente en la carne. ¡Terrible! Por suerte, fue el primero y único Día del Amigo sola en esta ciudad.

Hoy Buenos Aires cuenta historias mías y yo de ella... Hoy soy parte de una “maquina” que está armada por los grupos de amigos de los cuales soy parte. Yo soy parte de la vida de mis amigos, cuento sus historias, y ellos las mías. Eso nos identifica mutuamente. Al alcanzar este punto, ya no hay barreras de idiomas ni culturales. En un principio, el simples hecho de bajar del depto y tener que decir “buenos días” al portero, renunciando a mi propio idioma desde la hora en que me despertaba, me aislaba del mundo a mi alrededor. ¡No teníamos nada en común! Hoy, con idiomas o culturas iguales o diferentes, compartimos con mis amigos un pasado en común, un presente en común y, con casi toda certeza, compartiremos un futuro en común. ¡Y también con el portero de mi edificio, que hoy también puede contar algo de lo que soy, según lo que él ve y vio a lo largo de esos más de 3 años! Eso es lo que nos forma y nos hace quienes somos. Sin esas personas que nos dan marcos, somos partes, pedazos de uno mismo.

Sin los amigos, no sabemos qué tan bueno ni que tan malo somos, porque es a partir de sus críticas, aceptaciones o rechazos que nos vamos dando cuenta de nuestro valor y nuestras fallas. Es también a partir de su aceptación de nuestras fallas que nos damos cuenta de que somos valorables más allá de lo que nos falta. Somos agradecidos cuando nos aceptan “fallados”, somos agradecidos cuando nos remarcan un valor que no nos habíamos dado cuenta. Nos enojamos cuando nos critican, pero por ellos también tenemos ganas de ser personas mejores y, al cambiar por hacerles caso a ellos, nos volvemos personas mejores también para los demás. Nos peleamos, discutimos, pero seguimos amigos, y al ver que esta amistad resiste a la prueba del tiempo y de los desacuerdos, nos sentimos más fuertes para encarar otras perdidas y desafíos en el mundo. Por donde lo miro, pienso que nos fortalecemos en nuestros amigos.

Entonces, sí, una noche entre amigos es una tontería, algo bobo, pero de una importancia que uno solo puede valorar cuando ya ha estado sin ellas. ¡Felices somos aquellos que tenemos amigos con quien compartir noches bobas a cada tanto!

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Vida de mujer es dificil!

Ser mujer es un placer. Sin embargo, es engorroso como el infierno. El otro día con mi psicóloga hablamos de eso. Debido a esta tendencia de tratar de entender la razón en el trasfondo de todo (si, porque creo que esta es una tendencia femenina), terminamos por tener que entender nuestros problemas emocionales, nuestras actitudes "insanas" (que no son pocas) y también los problemas y las actitudes de quienes nos rodean. ¿O soy sólo yo que hago esto? Porque cuando una amiga hace algo que no me gusta, trato de explicarme a mí misma por qué paso lo que paso, y a menudo, trato de explicárselo a ella también. Cuando mi marido hace algo contradictorio, en seguida pienso en lo que motivó su actitud, aunque este irada. Y siento que, por lo general, la gente es más "simple", mira tan solo lo obvio, hacia lo que tenemos ante nuestros ojos, y deja el resto afuera.

He intentado ser así. Juro que lo intenté. Pero no me sale. Está en mi naturaleza tratar de encontrar la razón detrás de las apariencias. Eso no me molesta exactamente, aunque a veces me deja agotada física y mentalmente. Pero, porque los demás son más objetivos que yo, cuando actúo de manera que no puedo entender, nadie trata de explicarme lo que realmente me motivó. Si se me tienen que enojar, se me enojan; si se tienen ofender, se ofenden; si se tienen que sentir heridos, se sienten. En otras palabras, y haciéndolo más simple, actúo con el mundo como si todos fueran mi hija de casi 15 años, y ellos actúan exactamente de la misma manera conmigo. Es coherente, es cierto, porque me devuelven lo que les doy... pero, para mí, no siempre es justo. O al menos yo no siento que lo sea.

Y lo que pasa, al fin, es que nosotras (las mujeres en general, o yo sola, no lo se) quedamos como súper independientes, autosuficientes, bien resueltas, cuando, en realidad, somos nada más que laburadoras incansables de la vida y de las relaciones. No sabemos nada de antemano, pero siempre tratamos de saber. No siempre podemos darnos cuenta de cosas obvias, pero de repente estamos dando vueltas con las razones por detrás de las razones de cosas extremadamente complejas. Mal comprendemos el caos hormonal que vivimos una vez al mes, con todas las consecuencias físicas y emocionales de este evento, pero tratamos de explicar el mundo, tratamos de explicar cabezas guiadas por otros corazones, infancias vividas por otras personas, y creo que, en el fondo, sólo lo hacemos porque esa es la manera que encontramos de justificar todo, o casi todo, lo que nos lastima.

Demasiado indulgentes? Puede ser... pero también puede ser apenas un profundo deseo de creer en la bondad detrás de acciones a veces mezquinas, a veces arrogantes, a veces egoístas. Puede que lo hagamos también sólo para mantener nuestra vida preservada: después de todo, si entendemos y perdonamos, no tendremos que hacer nada al respecto, aparte de hablar y confiar en un cambio. "En algún momento él/ella ha de entender que esto está mal..." En realidad, no veo nada de puro o angelical en esta tendencia a comprensión. Lo veo como algo humano. O mejor dicho, como algo femenino, demasiado femenina esa tendencia a la conservación, a actuar de manera maternal hacia gente que no son nuestros niños, a confiar, a creer, a esperar y a tratar de adaptarse.

¿Eso es malo? No necesariamente. Pero a veces llego al final del día extremadamente cansada, de esto no cabe duda...