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sábado, 2 de julio de 2011

Respira...



Él se despertó de un sueño inquieto, donde se encontró con todo tipo de símbolos que no querían decir nada si tomados aisladamente, pero que lo hacían despertarse agitado. Un perro mordió la parte superior de su pie, un edificio para el cual él trataba desesperadamente de encontrar una salida, la lluvia allá afuera, símbolos desconocidos en un juego de cartas, escaleras, ventanas, puertas cerradas, gente extraña con cara de pocos amigos... En el fondo, estaba ella. No sabía si era la memoria de ella o si era ella misma  que estaba allá. Sólo sabía que su presencia allí le hacía feliz y ansioso. Le quería comunicar algo y no sabía cómo ni de qué se trataba: solo sentía aquella angustia y ansiedad de los que tienen algo que decir, pero dejan el silencio dominar. Buscaba respuesta en los símbolos acerca de qué hacer y cómo, pero mucho no entendía. Ella era parte de una etapa de su vida que él había dejado definitivamente atrás, y sólo en sus sueños aún podía verla. Sin embargo, nunca se dejó de preguntar si le había dicho todo lo que alguna vez le quiso decir, si le había mirado suficiente a los ojos, si le había tocado la mano lo necesario y deseado. Ella era parte de su pasado, pero insistía en estar presente en ese pequeño pedazo de sí mismo que él no podía controlar: sus sueños.


Y siempre que soñaba con ella, él pensaba lo difícil que era dejar algunas cosas atrás, que situaciones no resueltas siempre las llevamos con nosotros, y que ella seguía siendo una compañía ansiada en momentos críticos: fue siempre cuando se sintió más solo y menos feliz que la resucitó de los recovecos de su mente para que le dijera: "Hola, todavía estoy acá".


Se despertaba de esos sueños con el deseo de darle un abrazo fuerte, de volver a compartir muchas horas de conversaciones largas y distendidas, donde terminaba encontrando más puntos de convergencia que de divergencia con ella... Él vivía la vida que había elegido, incluyendo la parte en que ella era parte del pasado, pero no podía dejar de cuestionarse (a veces más, a veces menos) si había tomado la decisión correcta. Así, él pasaba la mayor parte de su día sin pensar en ello. Solo tenía que hacer frente a esta pregunta en esos momentos cuando él mismo salía de su propio control: cuando dormía.


"Todo el mundo es reemplazable y olvidable en el largo plazo", pensaba él, de manera muy práctica. Solo deseaba que "en el largo plazo" no significara mucho tiempo... deseaba que pronto él pudiera alinear su voluntad consciente con su deseo inconsciente y ya no fuera asaltado por la visita de ella en sus sueños. Sabía que había tomado la mejor decisión: sólo su cuerpo, su mente y su corazón parecían no saber.


La peor parte era despertarse de los sueños lleno de nostalgia y saber que ni siquiera a la distancia la podía mirar más. "Todavía no han inventado una máquina para viajar al pasado", pensó. Deshacerse de ella impregnada en cada rincón de su alma era la parte más difícil. Hacer frente a la certeza de que ella nunca volvería a ser ni siquiera una duda en su vida lo hacía aún más difícil. Era difícil y, a la vez, más fácil, porque no le dejaba opción. Sin embargo, ella sigue haciendose presente de vez en cuando. Y todo lo que él podía hacer era seguir tratando de olvidar...

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