NOVO ENDEREÇO WEB: // NUEVA DIRECCIÓN WEB:

Nosso site mudou de endereço. Clique AQUI para visitar-nos! // Nuestro sitio cambió de dirección web. ¡Haga clic ACÁ para visitarnos!

jueves, 16 de junio de 2011

Segunda semana en EEUU: el trabajo voluntario y más sobre la cultura estadounidense

El sábado pasado tuve mi primera experiencia con el trabajo voluntario. Fui invitada por el agente que encontró la casa donde vivo hoy. Ella es parte de un grupo de mujeres que prestan servicios voluntarios en el condado de Forsyth, en donde vivimos. Su institución se llama "Sawnee Woman's Club". Ella me invitó a formar parte de la institución antes de que nos mudáramos y yo, sin prometer asistencia ya que me estaba mudando y todavía no sabia cómo sería mi vida aquí, me inscribí. Por casualidad recibí un correo electrónico suyo invitándome a participar de un trabajo de limpieza de ruta el sábado pasado, de 10 a.m. a 12 p.m. No asisti al trabajo por ninguna razón en particular: sólo quería conocer gente, integrarme y conocer un poco más de la cultura en la que vivo hoy. Cuando recibí el correo electrónico y acepté la invitación, yo, como buena sudamericana que soy, pensé: "¡No creo que tendré que levantarme temprano el sábado para limpiar una ruta!" Pero fui. Gaby, mi hija y compañera constante en esta nueva etapa de mi vida, vino conmigo. Llegamos tarde, muertas de sueño y de vergüenza, porque acá llegar en horario parece ser algo importante. Llegamos, estacionamos el auto y ahí mismo encontramos el material que necesitaríamos para el trabajo. Ellas ya habían empezado. Así que nos preparamos solas y arrancamos a trabajar, con un chaleco verde (ya que la limpieza seria en un lugar de tránsito de vehículos, teníamos que tener puesto algo que llamara la atención y nos protegiera de un accidente), guantes y un bolso enorme de color naranja, bien espeso, de la mano para hacer la recolección de basura. No encontramos mucha cosa, solo puntitas de cigarrillos, una u otra botella plástica, joyas, y eso fue todo.


Apenas llegamos y nos presentaron las señoras miembros del club. A mi hija se le presentaron una chica, Maggie, hija de uno de los miembros, quien asistirá a la misma escuela y grado de mi hija. Pronto empezaron a hablar y a trabajar juntas. El calor era terrible. Trabajamos durante casi dos horas y luego nos fuimos a tomar unas margaritas en un restaurante mexicano en la zona, para refrescarnos. Como eran las doce del mediodía, almorzamos y aprovechamos para hablar mucho.


Uno de los temas que surgieron durante el almuerzo fue relacionado a la educación y al profesorado de la primaria y de la secundaria como carrera. Mi anfitriona, que ahora trabaja como corredora inmobiliaria, ya fue maestra, y dejó. Le pregunté el por qué y ella me dijo que la vida de maestra de red privada es muy dura: no tienen beneficios ni jubilación. Ella dijo que si trabajas para una escuela pública, ahí sí vale la pena, porque ellos dan muchos beneficios y cuando te jubilas, recibis una jubilación decente, pero que cualquier cosa afuera de eso no vale la pena. Una gran diferencia con Brasil y Argentina, países en donde ser maestro en una escuela privada significa ser bien remunerado, mientras que los maestros de las escuelas públicas están infravalorados y muy mal pagados.


Siempre supe que el trabajo voluntario aquí era común, pero nunca conseguí entender el porque. En Brasil y en Argentina he oído toda suerte de explicaciones, incluso que lo hacen por marketing, para aliviar la culpa de todo lo que tienen tan fácil, etc. Pero en el almuerzo descubrí que el voluntariado es obligatorio para los estudiantes de escuelas públicas, y que suma muchos puntos si uno quiere conseguir una beca para buenas universidades. Maggie, por ejemplo, le recomendó a Gaby que cuando llegara a casa, tomara notas de lo que hicieron, dónde y cuándo, ya que será importante y necesario tanto para el colegio como para la universidad. Ellos no hacen trabajo voluntario por marketing: es cultural, se enseña esa conducta desde que son chiquitos. Otro niño también estaba allá trabajando para ayudar a limpiar la ruta al lado de su madre: tenia 12 años. No hay falsedad en el trabajo que hacen: ellos son estimulados a hacer este tipo de actividad, y hoy es algo que se ha convertido en natural, parte de su rutina. Ellos se enorgullecen de hacer este tipo de cosas.


En el almuerzo yo estaba rodeada de señoras de mediana edad, con edades entre 40 y 60 años, con buenas condiciones de vida, con hijos adolescentes y adultos, y maridos jubilados. Comento que no sabía qué iba a hacer de mi vida respecto a trabajo, por ejemplo, al que una de ellas me dice que el lugar en donde vivo es muy bueno para conseguir trabajo, porque hay un centro comercial acá cerquita que se llama "The Avenue", en donde hay muchos locales que están contratando siempre. Ella contaba con orgullo que la hija de 15 años de edad ya quiere trabajar, pero a esta edad todavía no la aceptan como empleada.Y que su hijo de 19 años está trabajando en una cadena de comida rápida llamada Taco Mac, y va a la universidad, y le va muy bien. No trabajan por necesidad sino por el deseo de independencia, y no hay ningún tipo de perjuicio (por lo menos, no es lo que parece) sobre el lugar en donde se trabaja: lo que se valora es estar trabajando.


Al final de la reunión nos saludamos sin darnos la mano, o darnos abrazos ni tampoco besos. Sólo nos dijimos "adiós" desde lejos. Esto no está bien visto en Argentina: "Ellos son muy fríos", dicen. Pero a cada día que pasa, mi marido (un argentino) descubre que es tan sólo una diferencia cultural, y nada más. Contrariamente a la creencia popular en Buenos Aires, todo el mundo aquí es muy cálido, abierto, receptivo, interesado en hacer que te sientas bienvenido, interesados ​​en ayudar a formar nuevas redes. Javier empezó a jugar al tenis con un señor del barrio de aproximadamente 70 años, de quien tampoco se despide, al final de cada partido, con un abrazo o un beso, ni siquiera con un apretón de manos. Lo que sí hacen al final de cada partido es limpiar la cancha, de modo que el siguiente usuario la encuentre en las mismas condiciones que ellos la encontraron. Pero, a pesar de la ausencia de contacto físico, todos los días mi esposo llega a casa diciendo cómo el hombre lo ayudó con esto, que no-se-quien le presentó a no-se-cuanto, y que los siente a todos realmente preocupados por uno y por tu bienestar. Todos los días él se sorprende y me dice cómo se da cuenta de lo equivocado que estaba.


Al final de mi almuerzo con las señoras del Sawnee Club, combinamos la próxima reunión, que será en la  pileta de la casa de otro miembro del club, para discutir un libro (que ni siquiera ha comenzado a leer) llamado "The fifth witness" de Michael Connelly. ¿Si estoy realmente interesada en leer el libro? No necesariamente. Pero yo no perdería otra oportunidad para continuar integrandome y conociendo la cultura en la que vivo hoy...

1 comentario:

Nicolas Barrancos dijo...

Excelente blog post, Marcia :)
Saludos desde Denver,
Nico