Hacer lo que nos gusta

Un derecho que creo haberme ganado con la edad es el de hacer lo que me gusta. Perdón, me corrijo: no se si es una cuestión de edad. Sé que hay gente de mi edad, o más grande, que sigue haciendo cosas que odian o que las hace infelices por otras razones. Pero cuando me refiero a que me gane ese derecho, me refiero a una conquista interna, esa que solo nosotros mismos nos podemos dar, porque conozco gente que aun con toda la condición financiera del mundo, no puede dejar de hacerse daño cumpliendo con cosas que no las hace feliz, por alguna razón que quizás ni ellas mismas puedan ubicar.

Si paso mi vida en revista, me doy cuenta de que cada elemento en ella presente es resultado de una elección mía. Y sé, veo, que cada uno de eses elementos tienen partes que me agradan más, otras que me agradan menos, pero aun los que no me agradan tanto se hacen más llevaderos cuando percibo que ellos son parte de un todo mayor que sí me agrada mucho. Ejemplo: mi facultad de Psicología. Cursar esta carrera fue un sueño durante mucho tiempo y hoy, cuando finalmente me di el derecho de realizarlo, me pregunto como me pude haber quedado tanto tiempo sin ello. Por años pensé que nunca llegaría a realizarlo, y estaba conformada con mantenerlo en el lugar de los "sueños inalcanzables" que, creo, todos tenemos. Pero hay partes en esa elección que odio, como los exámenes, por ejemplo. Cuando tengo que rendir algún parcial o final, me quejo, me vuelvo insorportable. Pero en algún momento me acuerdo que ellos también son partes de mi elección, y entonces ya no son tan dificiles de vivir.

¿Y no es así con todo en la vida? Nuestro compañero de jornada es lo mejor del mundo, si no fuera por no escucharte cuando le contas algo importante siempre que mira el futbol en la tele. ¿Y aquella amiga, super presente, con quien podes contar para las buenas y para las malas, pero que te hace todo un planteo siempre que queda 2 míseros días sin noticias tuyas? En ambas situaciones usadas como ejemplo, la elección viene con su lado bueno y su lado malo. Aún así, seguimos haciendolas, porque el balance sigue positivo. Suelo decir que todo en la vida tiene que ser, como mínimo 51% positivo, 51% bueno, nada más. Pero si no vale la pena el 51% del tiempo, entonces la estoy pasando más mal que bien, y ahí sí es momento de renunciar. 

Y, al fin y al cabo, a lo mejor sea eso y nada más: en lugar de hacer solo lo que nos gusta, ya que es imposible que nos guste todo lo que nos toca vivir todo el tiempo, a lo mejor es solo una cuestión de hacer elecciones. Dicen por ahí que todas las dificultades son más llevaderas cuando nos acordamos que lo malo de lo que estamos viviendo viene con nuestra elección. Y se comenta por los pasillos que la alegría que sentimos aún cuando estamos contrariados con algo, es imposible de renunciar! :-)