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domingo, 17 de octubre de 2010

Ana, Ramón, y una historia sobre relaciones

“¿Qué le pasa a él conmigo? ¿Le pasará algo?”

Así empieza la charla con Ana aquella mañana de Agosto. Ella conoció un sujeto que, hasta hace unas semanas, ella nunca se había dado cuenta de que existía. Hasta que un día, de casualidad, ella lo necesita, él la asiste, algo en él la atrapa, y desde ese entonces, ella no puede dejar de percibir que existe. Se interesa por conocerlo más a cada día. Ya se encontró con cosas que le desagradaron, y con cosas que le gustaron mucho. Pero sigue tratando de “absorberlo” en el aire. Según ella me cuenta, él parece tratarla de una manera distinta a que trata a los demás, pero que no le termina de convencer si realmente la ve como alguien especial o si esa es simplemente su manera de ser. Mi amiga, como las chicas de la película “Él simplemente no te quiere”, trata de leer significados en las actitudes del tipo, de desvendar las entrelineas. Pide mi ayuda. Yo trato de bancarla, total, ya estuve en su lugar algún día, la puedo entender. Pero no puedo dejar de preguntarme en silencio si, así como en aquella película, todo lo que ella ve como un símbolo o indicación de algo no serán acciones no intencionales, sin ningún mensaje oculto por detrás, si la cosa no es mucho más sencilla de lo que ella cree, o quiere creer ahora. Espero estar equivocada, porque los sueños son siempre bienvenidos, y mientras Ana se cuestiona todo acerca de Ramón, ella está ejercitando su capacidad de soñar, está haciendo que le llegue más sangre a cada célula de su cuerpo, su corazón late más fuerte, se preocupa más por su apariencia siempre que sabe que se pueden llegar a ver, y creo que eso también es una ganancia. Por eso, deseo estar equivocada.

Sin embargo, me parece que los hombres son más sencillos que las mujeres. ¿O no? Me parece que son más objetivos, que van directo al punto… y que no pueden, aunque lo quisieran, no ser obvios acerca de lo que desean. En este punto me aventuraría a decir que los hombres todavía están en la edad de piedra, y que piensan que la manera más eficaz de conquistar una mujer es pegarla con un bate en la cabeza y arrastrarla para la cueva. ¿Me equivoco?

Partiendo del principio de la supuesta objetividad masculina, me aventuraría a decir que no, el tipo no tiene interés más que de una amistad por mi amiga. A lo que ella me pregunta: “¿Pero existe la amistad entre hombre y mujer?” En Brasil, sí. Acá, hay controversias: algunos opinan que sí, otros que no. Yo la escucho, la ayudo, trato de ver si hay alguna entrelinea en la conducta de Ramón que pueda ser leída con otro significado. Y la verdad es que sí, puedo ver un montón de indicaciones de un interés especial suyo por Ana, en la misma medida que puede ser que no, que el flaco esté actuando con la mejor onda “amigos”, sin otras intenciones. Se lo digo a mi amiga pero ella, obviamente, no se contenta con eso. Tiene que ser o una cosa u otra. Yo no le sé decir cual, pero trato. Y así charlamos por casi dos horas.

Después que me voy me pregunto qué haría mi amiga caso se confirmara que el tipo está interesado en ella como más que una amiga. Sospecho que ella no actuaria en consecuencia. Sospecho que él tipo le encanta, pero de alguna manera, ella se siente cómoda con no saber al cierto si le pasa algo con ella o no. Por cómo es ella, ella tendría que hacer algo caso supiera con seguridad, ya fuera escaparse o tirarse en sus brazos. Y a mí me parece que siempre preferimos la cómoda posición de no tener que decidir el rumbo de las situaciones. ¿O solo a mí me pasa eso?

La cuestión es que cuanto más tiempo pasan juntos y más se conocen, más ella se interesa por su manera de ser. Le atrapa. Sí, ella encuentra cosas que a ella no le gustan para nada, pero en esta etapa de conocimiento que están, me parece que las cosas de él que le gustan pesaran más, contaran más. Y la veo, en algún punto, casi como si no pudiera creer existir alguien así.

El día siguiente la vuelvo a encontrar, y la noto mejor. Estuvimos hasta altas horas charlando por teléfono y mail el día anterior, ella estaba muy “agitada”, con muchas dudas y mucho para compartir, pero hoy, después de unas horas de sueño, la veo más tranquila mientras tomamos un café. Ella me comenta que al despertarse, esa marca tan fuerte que él le había dejado en el alma no está más. De alguna manera, eso la tranquiliza. Me dice que nada que una noche de sueño pueda tan fácilmente debilitar puede ser así tan “amenazante” como parecía el día anterior. De alguna manera, eso le parece asegurar que su interés por él hablaba más de ella misma que de él como persona. “Era algo mío que yo había puesto en él, lo estaba mirando con anteojos de lentes rosas”, me dice. Yo la escucho. Este día ella tampoco lo va a ver, lo que (supongo) permitirá que ella siga sintiéndose así. Como espectadora, me parece que el juego está suspenso. Por lo menos por ahora.

Sí, hablo de juego, porque me parece que la conquista, la seducción, el histeriqueo argentino, ese “quiero-no quiero”, aún cuando existe solo para una de las partes, es un juego. Sabemos que, en la vida, más allá de lo que nos atrae en alguien o no, es uno quien elige que hacer con lo que siente. Y, si somos grandes, haremos elecciones responsables y conscientes. Aún así, el juego puedo seguir en curso. Es difícil abandonar el placer de la seducción, de saberse objeto de interés de otra persona, o de verse seduciendo a alguien. Algunos dirían: Pero si ninguno tiene la intención de actuar en consecuencia, ¿para qué permitirse semejante pérdida de tiempo?

Desde la Psicología yo diría que hay algo ahí que los mantiene a ambos en el partido. Hay algo, ya sea en el juego, ya sea en el otro, que los hace seguir. Alguna cosa se llevan de este “intercambio”. Puede ser un ego más inflado o una autoestima más elevada, caso él, por ejemplo, suponga que a mí amiga le pasa algo con él, y eso le haga sentir especial. Puede ser una cabeza llena de dudas, o de situaciones, que después, en el silencio de sus casas, ellos podrán repasar preguntándose que había en esta o aquella conducta, lo que les llenará la mente de sueños, posibilidades, de “¿y si?”. Puede ser que se lleven nada más que un escape de aquello que les tiene ocupado en sus propias vidas, sus propias rutinas. Puede ser que realmente tengan un interés mutuo en una amistad y quieran compartir momentos juntos. Puede ser que se quieran conocer más porque se interesan mutuamente como personas. Puede ser que estén testeando sus capacidades de relacionarse con alguien muy interesante del sexo opuesto sin enamorarse. O puede ser que quieran enamorarse, ser conquistados. Pero, en la base de cualquier de las opciones, está el interés mutuo, indudablemente. Por lo tanto, puede ser que realmente estén interesados uno en otro, y no puedan -o quieran- apartarse, aun si no piensan hacer nada respeto. Por ahí se están dejando llevar por la situación a ver a donde ella los lleva. No lo sabemos. Tal vez ni ellos lo sepan. Lo que sí sabemos con seguridad es que hay algo en eso para ambos.

Dos días después del primer encuentro, ella me llama a la tarde. Me cuenta que, sin haberlo visto en los últimos dos días, ella se acuesta para una siesta y sueña con él. Sueña que él estaba durmiendo la siesta en otra habitación, y que parecía haber una chica de por medio con quien él hablaría al teléfono o algo que lo valga, pero que él viene a su habitación mientras ella duerme, y ella (dormida) siente su presencia, le toma la mano, lo trae para más junto de ella, pone la mano de él bajo su rostro, y se duerme sobre ella. Él se escapa, saca cuidadosamente la mano. Ella sigue en su sueño, feliz porque él había estado en su habitación. Al despertarse, ella se percata de que fue un sueño nomas. Respira aliviada, me dice. Yo la noto un poco triste en su voz. Me parece percibirla otra vez invadida por ese deseo disfrazado de sueño inconveniente que, idealizado, es a la vez, inconveniente, porque genera conflicto. Me parece también que al haber soñado con él, ella se despierta teniéndolo impreso otra vez en su alma. No le digo nada, pero me parece que ya le queda floja la excusa de que si no lo ve, no le pasa nada, es más fácil, por lo tanto, no será así tan fuerte. Me parece también que ella lo sabe y que no le gusta que sea así.

¿Cómo seguirá el tema? Opino que no seguirá. Opino que mi amiga seguirá reservándole a Ramón ese lugar idealizado en su mente y se alimentará del “¿y si?”. Disfrutará de todos los momentos que compartan juntos, y usará lo que ahí pase para alimentar sus sueños. Creo que ella no llegará a saber si es una más para él o si él realmente está interesado en ella, y supongo que así será justo para seguir dando vuelo a su idealización: si ella se llegara a enterar de que a él no le pasa lo mismo que le pasa a ella, se quedará sin tener con que soñar. Así, sin saber, ella tiene por lo menos la duda. Ante la duda o nada, prefiere la duda. Por otro lado, si se llegara a confirmar que realmente les pasa algo a los dos, la cosa tendría que concretarse, lo que llevaría al fin la idealización (lo idealizado no se concreta nunca, incluso porque, cuando se concreta, muestra sus fallas, y quien se alimenta de idealizaciones, quiere escaparse justo de las fallas inevitables en todo lo que es real). O ellos tendrían que apartarse, ya que convivir haría crecer el deseo mutuo.

No lo conozco a Ramón más que por las palabras de Ana, pero a Ana la conozco, y sé que ella no es una chica que no actúa ante situaciones extremas. Prefiere actuar y equivocarse a no actuar. Si ella llegara a estar segura del deseo de Ramón, sé que se jugaría, ya fuera en la dirección opuesta, escapándose lo más veloz que pudiera, ya fuera en la dirección de Ramón.

Sospecho que nunca tendré la oportunidad de descubrir que pasará. Porque creo que lo que hay para pasar de más especial en la historia de ellos dos ya está en curso. Observo, tratando de no perderme ningún detalle.

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