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jueves, 19 de agosto de 2010

¿Y cuando solo con lo mental no alcanza?

Hay personas que se auto definen sumamente racionales. Gente que por ahí es muy pasional, intensa, que demuestra lo que siente con fervor, pero que no lo hace sin antes evaluar racionalmente si le corresponde sentir tal cosa en tal situación. Y, una vez que se auto-permita desde lo racional, ahí si lo siente con todo. Eso no implica que sean tranquilas, organizadas, ni que planifiquen las cosas con tiempo. Eso significa simplemente que son personas que creen que lo que uno siente tiene que estar “autorizado” por la razón. En otras palabras, gente que cuando algo le toca emocionalmente, se pone a cuestionar el por qué, el cómo, el cuándo, y solo se permite sentir lo que le va en el corazón, si al cabo de contestarse estas preguntas, desde lo racional, les parece que tienen motivo para sentirse de tal o cual manera.

Hoy fui testigo de una situación así. Una amiga estaba de buen humor, hasta que dos palabras de una persona de su relación le dieron vuelta como a una tortilla. Su sentimiento inmediato fue enojarse con el chico. Luego, se enojo con ella misma, porque sabía (desde lo racional) que no había lugar para semejante sentimiento. Empezó a evitarlo: evitaba su mirada, su presencia, un contacto, si bien a la vez tenía ganas de acercarse. Su razón le gritaba en la cabeza “¿Qué te pasa? ¿Por qué lo evitas? ¡Deja de ser tonta!”, lo que apenas hacia que ella se sintiera peor, porque los reproches de su lado racional no eran suficientes para que ella pudiera manejar lo emocional desde otro lugar y cambiara su conducta. Ella no solamente reacciono antes que su razón pudiera intervenir, sino que seguía reaccionando. Se sintió “traicionada” por ella misma, me dijo. Su emocional la supero y extrapolo su racional.

No sé cuando fue que aprendimos que las cosas se manejan desde lo racional. Algunos dicen que si somos más racionales, las posibilidades de éxito de aquello a que nos proponemos son mayores. Otros dicen que actuar en base a lo que uno siente es ser inmaduro. Si bien en algún punto creo que no todo lo podemos dejar fluir al sabor de las emociones, en Psicología se dice que toda y cualquier acción tiene que estar embasada por lo que se siente, o serán tan locas como aquellas que tienen lugar en base exclusivamente a lo que se siente. En otras palabras, y como en todo la vida, hay que haber un equilibrio, porque aquello que hacemos sin soporte de los sentimientos también fracasa a la larga. Tiene que estar sostenido por el deseo.

En el caso de mi amiga, lo que la agarro tan de sorpresa fue que ahí, recién ahí, ella se dio cuenta de que este chico le interesaba más de lo que ella suponía. Entonces sintió que su mundo se puso de punta-cabeza: en su corazón iba algo que su razón nunca se había enterado.

Es curioso ¿no?, cómo lo racional trata de tener todo bajo control pero, en verdad, es en el silencio del corazón que las cosas pasan. Creo que muchos actuamos así, medio que desconectados de los sentimientos, por creer, quizás, que así es más seguro, que así seremos más efectivos, ya que la vida está hecha de compromisos que no nos dan espacios para conectarnos con lo que sentimos. Tenemos que ser productivos, creativos y eficientes, tenemos muchas cosas para resolver hoy y ahora, y tomarnos el tiempo para escucharnos demoraría las otras tareas que tenemos que cumplir. Es más seguro, en teoría, no salir por ahí sintiendo todo lo que nos pasa, ir por la vida eligiendo qué sentir y qué no, así tratamos de sufrir menos. Muchas veces algo nos cae mal y al comentarlo con otro, escuchamos “¡pero qué pavada, che! ¡No te hagas problema por eso!”. Obviamente el intento de quien no los dice es de confortarnos. Lo que no les queda claro es que uno no se molesta por algo porque así lo elige, tampoco valora algo porque así desea. Son cosas que pasan. Somos seres sensibles, más que pensantes, y hay que poder darle lugar a eso también.

Negar lo que sentimos no hace no lo sintamos. Sí, lo podemos callar y soterrar fondo, pero sigue estando allá, esperando una ventana, un espacio, para saltar bien adelante de uno, como hoy le paso a mi amiga. El tipo que le causo semejante “conmoción” no se habrá dado cuenta de cómo se sentía ella (o si, ya que a veces uno es más obvio de que le gustaría), pero ella si fue obligada a enterarse de lo que siente, de que este tipo sí le causa algo menos racional de lo que ella suponía. Qué uno hace con las cosas que se entera del corazón también depende de uno. Ella, si la conozco bien, va a dividir en partes lo que siente y va a tratar de justificar cada parte desde lo mental. Esa es su manera de ser. Somos los mejores que podemos ser, según nuestras propias historias. Pero todos nosotros que, por ahí, repetimos inconscientemente el comportamiento racionalmente controlado de mi amiga, podríamos reevaluarlo y ver hasta qué punto nos sirve eso, hasta que punto no.

Reconocer lo que se siente no significa actuar en base a eso. Podríamos, por lo menos, darnos cuenta de lo que llevamos adentro. Por ahí, con eso ya le estamos dando el espacio a nuestro corazón que el necesita para hacerse presente más seguido, y sorprendernos menos con sus revelaciones de último momento.

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