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jueves, 5 de agosto de 2010

Una historia como tantas otras....

Sí ella tuviera el derecho a una última (o única) pregunta, después de tanto tiempo, ella lo miraría a los ojos y le preguntaría que lo llevo para lejos de ella.

El tiempo pasa – “guau, cuánto tiempo ha pasado!”, ella piensa – y ambos siguen sin cualquier noticia el uno del otro, sin saber como están, como andan sus vidas, sus trabajos… Su cumpleaños se acerca! Habrá él viajado, ¿como hacía todos los años? ¿Estará viviendo su tan temido infierno astral? “Sí yo lo llamara hoy, ¿consideraría él eso parte de su infierno astral?", ella se pregunta. No sabe la respuesta. Tampoco quiere saberla. Prefiere no arriesgarse…

Mientras maneja su auto, ella se pierde en su pasado. Se acuerda de él, de su temperamento explosivo que tanto hacía que ella se enojara, personificando un niño tonto, contrariado, caminando de un lado a otro, pasando las manos por el pelo canoso – que aparentaba una madurez negada por el propio comportamiento – y que no quería charlar siempre que algo ocurría fuera de sus planes.


Pasa que ella ocurrió fuera de sus planes. Llego y se acomodo en un espacio vacío, que él no aceptaba que estuviera vacante (“¡la vida tiene que ser más que eso!”), que él andaba loco por que fuera ocupado por alguien, pero había que ser alguien que atendiera a algunos prerrequisitos básicos. No tenía que ser todo aquello que él veía en ella – ¡tanta belleza, sensualidad, sexualidad, carencia! “Palas-Atenas”, ¡le habría dicho a ella alguna vez! Bastaba ser sexualmente interesante, inteligente y, principalmente, ¡debería estar disponible! No que no tuviera un novio, o un marido, ¿pero hijos? ¿Como podía ser así tan linda y con hijos? ¡Mujeres con hijos nunca son así tan lindas! ¿Como se atrevía ella a surgir de la nada en su vida para invalidar esta regla?

Fue acá, en este punto del camino, que sus sueños se rompieron, y él se involucró con todo aquello que no se encajaba en su planificación. Incluso porque él ni siquiera deseaba una mujer así tan linda para ser suya. Daba mucho trabajo, mucha preocupación y lo saca del lugar donde él tiene que estar siempre: ¡En el control de la situación!

Pero es difícil decir no a todo aquello con lo cual soñamos jamás ser posible… ¿Por qué tenía que tener un precio a pagar? ¿Por que ella no podía ser perfecta, llegar “lista”? ¿Por qué tenía que ser tan mal vista y tan mal hablada, con una imagen tan poco clara dentro del grupo de personas con quien él pasaba la mayor parte de su tiempo? ¿Cómo asumir para sí mismo que era exactamente todo aquello que huía a su estereotipo de mujer ideal que él quería? ¿Cómo hacer para mirarse en el espejo y aceptar que no era posible vivir aquel tan soñado romance sin pagar un precio mínimo por ello?

Entonces, un día, en una de esas curvas del destino (en una parecida con aquella en que ellos se encontraron), el auto que seguía justo adelante del suyo desapareció de su campo de visión. Ella, por su vez, miró el espejo retrovisor y no vio más aquel par de luces que la seguía. Continuo manejando, esperando que el reapareciera en el espejo, mientras él seguía buscando el auto en que estaba ella.

Después de algún tiempo buscando y preguntándose cómo podían haberse perdido el uno del otro de esa manera, en una simples curva, empezaron a cuestionarse si todo no había sido apenas un sueño que tuvieron y del cual se despertaron con los corazones marcados por la nítida sensación de haber sido real.

Confundidos y sin respuesta, siguieron sus caminos, manejando… “¿Hacia dónde nos estábamos yendo?” Ah, ¡sí! Era exactamente eso que estaban tratando de descubrir cuando se encontraron: ¡Hacia donde estaban yendo!

Y siguieron buscando la respuesta mientras justificaban las elecciones que habían hecho hasta allí, usando argumentos lógicos para probar que los caminos elegidos fueron los mejores, a pesar de todos los resultados concretos de sus elecciones insistieren en mostrar que “lógica” es algo que no se aplica cuando el corazón está en juego! “¡Fue lo mejor que pude hacer!”, se decían a ellos mismos, mientras trataban de conformarse con lo que sus miedos y limitaciones habían permitido que hicieran de sus vidas.

A pesar de eso, en el fondo, seguían preguntándose: ¿hubo o no hubo un auto? ¿Habrá sido nada más que un sueño? ¡No es posible! ¡Eran tan parecidos y tan distintos! ¡Todo era tan sincrónico y tan asincrónico! ¡Tan perfecto y tan imperfecto! Eran todo lo que más querían, y todo lo que más temian!

“¿Qué hubiese sido si no nos hubiésemos perdido en aquella curva?" Pensar en eso mientras miraban sus propias vidas era más doloroso que vivirlas tal cual la eligieron, tal cual ella se les presentaba, sin cuestionamientos. Entonces, se contentaban en decirse que fue mejor así, pues la verdad era que nunca llegarían a saber que podría haber sido, o si hubiesen sido capaces de escribir una historia diferente para ellos mismos.

¿Nunca? ¿De verdad? Al final, el mundo está hecho de tantas curvas… Quién sabe, algún día, en alguna otra curva, reencuentran aquel auto y tienen la chance de certificarse se fue apenas un sueño o si fue una historia real, interrumpida inesperadamente porque empezó a ser escrita en un momento inadecuado de sus vidas, cuando ninguno de los dos tenia condiciones de darle continuidad o un final, aunque no fuera feliz...

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