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viernes, 20 de mayo de 2011

Muerte

Hay un algo en los cambios que tiene relación directa con la muerte: se deja algo para tras, hay un fin, en pro de empezar otra cosa. En la muerte, no sabemos exactamente si hay un nuevo comienzo, pero sin duda, hay un fin: de una vida, de una relación, de una rutina.
Como por analogía, generalmente no nos gustan los cambios. Los buscamos, pero los queremos siempre y cuando no haya perdida de cosas preciosas para nosotros. Pero siempre las hay. No hay cambio sin perdidas, aunque sea de lo malo. Y ese malo, si nos es familiar, también nos costará perderlo.
Una situación de muerte nos hace plantear muchas preguntas, que creo ser pertinentes también para los cambios. ¿Dijiste todo lo que tenias que decir? ¿Qué hiciste y como te sirvió toda aquella verdad que decidiste guardar? Hay gente que cree que sentimiento guardado genera vida, al final, el sentimiento es una fuente importante de energía: si lo mantenemos adentro, por ahí, se convierte en vitalidad para uno mismo. ¡Mentira! Sentimiento se tiene que dispersar. Es solo expuesto y compartido que genera otros sentimientos, en uno y en los demás, y así crece, nos hace crecer, expande. Se piensa siempre en lo nuevo y en lo bueno como algo que tiene que ser guardado, para evitar que la envidia ajena nos quite lo que esperamos. Pero yo sospecho que es hablándolo en alto y buen sonido, que hacemos que él se convierta en real, gane vida, nos llegue a nosotros.
Por lo tanto, vuelvo a la pregunta acerca de los sentimientos: ¿hablaste de lo que sentías? Si no lo hablaste, ¿te sirvió de algo guardar tu sentimiento solo para vos? ¿Todavía te queda tiempo para decirlo, o el momento ya paso? Y si pasó, ¿qué ganaste al silenciar la voz de tu corazón? Quiero creer que toda actitud tiene un motivo, es puesta en curso porque nos genera una ganancia. ¿Qué ganaste con el silencio que impusiste a tus emociones?
La única perdida para la muerte que vivi en mi vida fue la de mi abuela. Su muerte fue inesperada: no la vi viniendo. Cuando se dio, hice todo lo que podía para salvarla, segura de que lo lograría. No lo logre. Y después, por muchos años, soñé con ella. Soñaba que tenia mas 1 o 2 minutos con ella, que yo le pedía ese tiempo, y le decía que habían cosas que no quería quedarme sin decirle. En el sueño, nunca llegaba a decirlas, porque no me alcanzaba el tiempo. El tiempo... ¡No me alcanzaba el tiempo! Así como en la vida misma, en mis sueños, ella también se iba sin que yo pudiera decirle algunas cosas que sentía. Y lo que pasa es que una vez que la muerte, sea física o de una situación, se nos presenta, no siempre está la opción de decir todo lo que anduvimos guardando. Y cuando es así, nos la tenemos que arreglar solos con el arrepentimiento de aquello que podríamos haber dicho, con el sentimiento que deberíamos haber compartido... terminamos en deuda con uno mismo. Nos preguntamos todo el tiempo ¿por qué no le hice saber lo que yo sentía? Uno piensa que siempre tendrá tiempo para hacerlo, porque pensamos que lo manejamos todo, pero el tiempo es algo que solo muy de paso podemos administrarlo. Manejarlo, muy difícil.
En mi reciente mudanza de país, trate de tener mi momento con todas las personas más queridas, y de decirles con sinceridad todo lo que me iba en el corazón: el bien que me hicieron, aquello que me enseñaron, mis miedos... No porque creía que ellas se iban a ir de mi vida, pero porque no sabía cuando las volvería a ver, así que me pareció un buen momento para decirles algunas cosas, allí, en el calor de la emoción, con el corazón en la boca. Palabras el viento lleva, es verdad, pero los recuerdos quedan. Y cuando nos paramos ante una persona y les decimos aquello que sentimos, las palabras se pueden perder, ser transformadas, pero el imagen de la situación vivida dificilmente se pierde. 
En eso creo yo...
Y se que muchos pasamos por la vida sin decir lo que queremos, sentimos, necesitamos. Sin decir que tan bien nos hizo tal persona, cuanto queremos a tal otra, el miedo que nos genera una tercera. Se habla mucho por detras, pero nunca por adelante, mirando a los ojos. La charla esta subvalorada y el chimento esta sobrevalorado: se invirtieron los papeles y los valores.
Y mi pregunta para vos que me lees es: ¿hay algun sentimiento perdido, guardado y secreto en tu corazón, que te resistis en compartir? Si lo hay, te pregunto: ¿qué haces? ¿Para que eso? ¿Adonde llegarás con ese silencio? ¿Por qué no dejar que la persona que te lo genera lo sepa, conozca de ello? Seguramente de esta forma estamos impidiendo al otro de actuar en consecuencia, de forma que nos creemos en control. Pero... ¿qué queremos controlar? Pronto llega una muerte, una mudanza, y cambia las cosas, hace lío en tus planes. Por lo tanto, otra vez, ¿guardando silencio, para que? Alguien seguramente necesita tus palabras, tu confesión. ¿Por qué ser mezquino? ¡Crece! ¡Entregate! Vas a ver que será dividiéndote con los demás que te tornas más grande. No tengas miedo. Da solo el próximo paso y ya verás que tengo razón.

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