NOVO ENDEREÇO WEB: // NUEVA DIRECCIÓN WEB:

Nosso site mudou de endereço. Clique AQUI para visitar-nos! // Nuestro sitio cambió de dirección web. ¡Haga clic ACÁ para visitarnos!

lunes, 8 de noviembre de 2010

Entre el optimismo y el pesimismo, ¡me quedo con el realismo!

Hay dos cosas que yo particularmente no me banco: optimismo y pesimismo. Para algunos, que no me banque el optimismo, les suena amargo de mi parte. Pero para mí no hay nada peor que aquellas personas que, para consolarte en un momento en que no la estás pasando bien, empiezan “bueno, ¡pero no es tan grave!”. “¡Podía haber sido peor!”. “¡Hay gente con problemas mayores…!”. Ya sé que lo hacen con la mejor onda, pero ¿Qué diferencia me hace a mí, en relación a lo que me está molestando, que haya gente que la está pasando peor que yo, o que tiene problemas peores? Yo la estoy pasando muy mal en este momento y no entiendo porque pensar que otras personas están pasándola aun peor me debería hacer sentir mejor.

Su opuesto, el pesimismo, o la expectativa de que pase algo malo, también me molesta. Acá en Argentina hay una costumbre (no común en Rio de Janeiro, por lo menos) de no contar cuando una mujer está embarazada, por lo menos no hasta el tercer mes de embarazo aproximadamente, porque hasta esa edad gestacional está el riesgo de que ella pierda el bebe. En otras palabras, los embarazos acá duran 6 meses aproximadamente, ya que de los 3 primeros meses nadie se entera jamás. ¿Por qué? La respuesta que obtengo es “imaginate si lo pierde...”. Y yo me cuestiono: ¿Qué pasa si lo pierde? Si lo pierde, se lo contará a la gente, buscará otra vez, la pasará mal un rato, o no, pero bueno, ¡saldrá adelante!  Ahora, por miedo a que algo pueda no salir bien, prefieren privarse de hacer público una felicidad, viviendo los primeros momentos del embarazo de una manera que para mí sería “a medias”. Ok, es una opción... que yo no haría.

Tengo ejemplos como ese para un millón de otras situaciones. La chica está saliendo con el flaco, enamoradísima, recién se conocen, y ella está encantada. Le dice a alguien que el tipo le parece un divino y escucha “Pero bueno, pará, ¡tampoco te animes tanto porque todavía no lo conoces!”. ¿Y que tiene que todavía no lo conoce? ¿Hay algo malo en que él le parezca genial hoy aunque mañana le parezca un horror? No nos pasa eso a todos en algún momento en todas nuestras relaciones, con amigos, pareja, personas que están juntas hace 20 años, no pasa que en algún momento ellos piensan que el otro es la mejor cosa del mundo, y en otros, ¿un horror?

Me pregunto: ¿qué tanta cautela es esa con el sentir? ¿Por qué el sentir es tratado como algo que tiene que ser frenado, controlado, medido? ¿Por qué tener miedo a sentir? Sí, porque al fin y al cabo, todo va en la dirección del “no sentir”. Sea cuando la estás pasando mal y tratan de minimizar lo que estás sintiendo, supuestamente para ayudarte a estar mejor, sea cuando estás explotando de alegría y alguien te dice que te controles un poco, total, todavía no sabes si saldrá todo bien, en ambos casos, nos están pidiendo que no sintamos, o que sintamos menos, de manera más controlada. Mi pregunta es ¿a quién le sirve eso? Porque si durante un mal momento tengo que fingir que total no la estoy pasando tan mal, no estoy resolviendo nada, solo evitando mirar lo que me molesta. ¿No nos dicen que es yendo fondo en lo que nos duele y elaborándolo que podremos sentirnos mejor, en lugar de ignorarlo o meternos en el Mundo de Alicia?

Es una opinión personal, como todo lo que publico en este blog, pero me parece que actuando así estamos buscando un constante estado de apatía, en donde todo nos da más o menos lo mismo, o por lo menos así lo demostramos, y no veo de qué forma eso nos hace bien. Me da la sensación que la apatía es un estado que anda muy valorizado socialmente, o por lo menos en la cultura que vivo hoy, y que el sentir es visto como algo casi infantil. Solo los nenes pueden ponerse muy contentos por pequeñas cosas o demostrar a ojos vistos cuando algo no les gusta. Todos los demás podemos sentir de manera controlada, casi con una cierta indiferencia. No se a donde se fue la carcajada y la alegría de permitirse una sonrisa larga. Pero sí, para putear estamos siempre listos. 

De alguna manera, ser maduro se volvio sinónimo de ser capaz de vivir con alguna indiferencia hacia todo. Y me parece que esta conducta no nos hace sufrir menos, pero sí hace que compartamos menos con los demás, y nos deja más solos, más aislados, tanto en las buenas como en las malas. Una economia de afecto. ¿Y sufrir solo no es más duro que tener a alguien sosteniendonos la mano? ¿La felicidad no es más plena si tenemos con quien festejarla? 

De alguna manera, la madurez en el vivir está asociada a saber aceptar la vida en una mismidad y monotonía, sin novedades, sin emociones, pero sobretodo, parece estar asociado a saber aceptar que la suma de nuestros días será compuesta por un 20% de cosas buenas, que justificará los 80% en que vivir es una continua repetición de rutinas automatizadas. Y los pocos que nos rehusamos a hacerlo (me incluyo a mí misma), que sufren por lo malo y festejan mucho por lo bueno porque creen que la vida tiene que ser más que eso, que esperan más y también dan más, somos muchas veces tomados por soñadores o inmaduros. ¿Será el conformismo y la mismidad emocional el precio de ser adulto? Sí eso es cierto, por favor, no me dejen madurar jamás.

No hay comentarios.: